Mi casa está donde estoy yo
Igiaba Scego traza un mapa sin fronteras; o, más bien, un mapa donde las fronteras se diluyen dejando marcadas suaves líneas para dibujar la superficie de su identidad.
Igiaba Scego traza un mapa sin fronteras; o, más bien, un mapa donde las fronteras se diluyen dejando marcadas suaves líneas para dibujar la superficie de su identidad.
Precioso regalo para jóvenes, pequeña delicia optimista para todos.
Un viaje en el tiempo en el que el lector se ve enfrentado a dejar de huir y mirar a otro lado y hacer algo con la realidad que tenemos delante.
Unas pocas páginas sirven para ver que la escritora no se acomoda y de nuevo se atreve con un estilo exigente, con una estructura fragmentada, quizá sabiendo que le esperan lectores deseosos de aceptar de nuevo su desafío.
Aunque no puede no mencionarse su lirismo, es cierto que ‘Otoño’ está anclado en nuestro tiempo, nuestro mundo lleno de precariedades, de incomprensibles tensiones, pero descubre espacios donde volver a ser personas.
Lectura viva, alegre, inteligente, llena de pequeños mecanismo que, sin obviedad, nos hablan de nosotros mismos.