Los nombres propios

Los nombres propios
Marta Jiménez Serrano
Sexto Piso, 2021

Marta tiene siete años y una amiga imaginaria llamada Belaundia Fu. Pasa los veranos en el Huerto, la finca en la que vive su abuela, entre primas, hermanos pequeños, juegos y calor. Todavía no se aburre nunca. Todavía hay muchas cosas que no sabe, muchas palabras.

Más adelante Marta tendrá quince años, irá al instituto y seguirá pasando el verano en el Huerto. Se lo pasará leyendo y cada vez sabrá más palabras, más que su abuela, pero pese a eso se aburrirá más que antes. Tendrá un móvil al que solo le llegará la cobertura en el baño de fuera, se habrá enamorado, y puede que desenamorado, y seguirá teniendo a su amiga imaginaria.

Luego Marta tendrá 22 años y estudiará literatura en la facultad. Y luego tendrá 29 años y trabajará y ya no vivirá con sus padres. Seguirá teniendo a su amiga imaginaria.

Marta Jiménez Serrano (Madrid, 1990) debuta con una primera novela muy especial, una historia de crecimiento con tintes autobiográficos, narrada casi en su totalidad en segunda persona. Será esta amiga imaginaria la que le irá narrando al lector o lectora la historia de la protagonista. Bueno, más que al lector se lo irá contando a la propia protagonista. Le irá desvelando cosas que todavía no sabe, cosas que todavía no entiende, cosas que todavía no le han pasado. Pues Belaundia Fu le habla desde el futuro, desde la omnisciencia y desde la experiencia también. 

«No entiendes tu soledad. Buscas una complicidad que no encuentras. No sabes que se llama complicidad porque te faltan los nombres de muchas cosas. Son muchas las palabras y tú solo tienes siete años, es normal.»

Es muy bonito cómo la autora va soltando la información que considera necesaria, cómo va construyendo para llegar a los sitios. Es como si se contagiara de la calma de la narradora porque ya sabe a dónde quiere llegar, ya sabe lo que pasa al final, entonces no hay ansiedad, no hay impaciencia, y tú, como lectora, te lo vas encontrando todo inesperadamente y a la vez inevitablemente, pues no podía ser de otra manera. Y es especial y bonito «porque la sorpresa de lo que ya se sabe también existe.»

La protagonista de Los nombres propios irá madurando poco a poco a lo largo de la novela hasta terminar en el presente de su autora. Y nosotras y nosotros podremos acompañarla en este viaje, siempre algo agridulce, que es crecer y aceptar que hay muchas versiones de ti misma y que poco a poco tienes que dejar de compartimentarlas, de separarlas y aprender a existir como un todo complejo, contradictorio, cambiante y vivo.

«Y yo aquí, que te acompaño, que te voy a acompañar, que entiendo tu satisfacción y te comprendo, y sin embargo cómo te digo que tampoco pasa nada si un día haces algo mal y se entera todo el mundo.»

Violeta Rodríguez

Deja un comentario