Autorretrato con piano ruso

Autorretrato con piano ruso
Wolf Wondratschek
Con traducción de Eva Garcia Pinos
Anagrama, 2021

La historia de Autorretrato con piano ruso es la de una larga conversación de un escritor con un anciano músico. O podemos decir también que es la del largo relato de una vida de búsqueda de un espacio de libertad, en lo cotidiano y en la música.

Suvorin fue un gran pianista ruso que viajó por todo el mundo. Fumador y bebedor en exceso durante muchos años, ahora su salud no le permite darse ningún capricho, lo que le recuerdan las coloridas pastillas que toma a diario sin ninguna esperanza de encontrar en ellas su salvación. Con muchos años, recuerdos, penas y alegrías a sus espaldas, repasa algunos episodios de su vida animado por la conversación del escritor que se interesa por él.

Hablan del amor y la pérdida, de cómo es intentar superarla, del recuerdo del país abandonado, del empeño en integrarse en el de acogida, de la antigua vida de los ahora viejos músicos. Suvorin se deja arrastrar por el polvo y el desorden que invaden su casa, pero aún tiene hueco para compartir momentos con otras generaciones que le animan un poco el alma mientras lucha contra el desánimo. Su aspecto desaliñado esconde una firme aceptación. “Lo mejor es avenirse a razones y aceptar, por muy desesperante que sea, que la muerte no es más que una estupidez inexplicablemente definitiva del destino”.

Pero la novela de Wondratschek no nos habla solo de él. Otros músicos de su generación atraviesan estas páginas. Artistas de éxito que buscan la mejor manera de afrontar la etapa final de sus vidas, cada uno agarrándose a algo que les mantenga en pie. Mujeres que aguantan además un peso adicional aún compartiendo el mismo momento vital.

Avanzamos a saltos en esta novela, como imitando al pianista que quiso salirse de la norma y esquivar la perfección. “Yo era, y estaba satisfecho con ello, un pianista en los días buenos, y, en los malos, alguien que tocaba el piano”.

Y la música que produce la prosa suena cambia de ritmo, se acelera y se templa, pero nunca desafina y nos deja como a él, con ganas de huir de los aplausos, cerrar los ojos y detenernos emocionados.

Paula Fuertes

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