La impostora. Cuaderno de traducción de una escritora
Nuria Barrios
XIII Premio Málaga de Ensayo
Páginas de Espuma, 2022


Me gusta cuando dice que desmonta, al traducir, los mecanismos de la obra y que a veces, cuando lo vuelve a montar las piezas no encajan. La entiendo porque, negado para la mecánica, desmontaba las piezas de la bicicleta para aprender cómo construirla, y luego las piezas nunca me encajaban de nuevo, o me sobraban o me faltaban. Porque eso es lo que hacemos continuamente con las cosas que queremos entender. Esta teoría podría incluso explicar líricamente las fake news: desmontando la realidad para asirla, la volvemos a montar y nos sale un monstruo.
Me gusta cuando habla de la necesidad de olvidar quién eres para traducir bien, y más si eres escritora. Me gusta porque me recuerda cómo con la edad, dejé de leer con el yo, y comencé a leer como un librero, pensando en quién escribía y a quién podía ayudar o gustar esa lectura, y ya no tanto si me gustaba a mí o me aprovechaba. Ya no importaba: como librero debía olvidarme de mí. Por eso no me gusta intimar con los autores, porque sé que me va a condicionar y la amistad y el cariño que les tenga, que estará presente en mi lectura y mi recomendación como librero y no ayudará.
Me gusta porque las historias de traductoras que cuenta, o de traductores que supieron sacar partido de la jerarquía de autoridad que les daba ser hombres, son incontestables. No se pueden discutir. Cierras el libro y ya eres diferente.
Me gusta porque como cuando escribe como escritora, esa otra que la posee cuando no traduce, y que no quiere meter su yo en la ficción más allá de lo que se escape entre líneas, se nota incómoda, hablando de sí misma en el ensayo. Pero lo hace. Y entonces sabes que cuando en su literatura escoge una ficción en tercera persona lo hace, dominando también lo que no hace, por decisión propia.
Me gusta porque el libro es tan bueno, que si hubiera hilado sus capítulos aunque fuera con grapas, tendríamos a nuestra Solnit, a nuestra Vivian Gornick, a nuestra Jenny Odell. Porque escribe tan bien y es tan perspicaz, que lo que uno desea cuando la lee es que la lea más gente, que la conozca, que la reivindique.
Me gusta porque a través de todo el texto se percibe una humildad que te hace pensar en ella cuando traduce, realmente su desdoblamiento de identidad cuando se ve a sí misma traduciendo, empequeñecida y deseando el anonimato que le dará el que la traducción sea buena, para que nadie la vea, para que el lector de lo traducido se sienta leyendo lo que escribió el autor original, sin verla. Como cuando vemos una tormenta de viento y lluvia a través de la ventana: como ese cristal.
