Los últimos románticos

Txani Rodríguez
Seix Barral, 2020

Los últimos románticos, de Txani Rodríguez, es uno de esos libros que se lee casi de un tirón. No porque tenga una trama frenética ni porque estés esperando el siguiente giro rebuscado de la narración, sino por todo lo contrario, porque su sencillez nos muestra la vida tal como es y no hay nada más apasionante, si nos paramos a mirarla, que ver cómo se desarrolla a nuestro alrededor.

Tiene además una protagonista con la que enseguida empatizamos porque descubrimos en ella mucha bondad y sobre todo mucha verdad en todo lo que hace y en cómo lo hace. Uno de esos personajes, como los del ‘Mapa de los afectos’, de Ana Merino, que todavía se mueven por el otro, que pelean por lo que consideran justo sin pensar en las consecuencias.

Irune, vive sola en una casa alquilada a pesar de tener un piso en propiedad porque así está más cerca de sus padres, ya fallecidos. Trabaja en una fábrica de papel de la que todas las semanas se lleva una bolsa llena de rollos de papel higiénico industrial. Y acaba de descubrirse un bulto en el pecho.

La historia de Txani Rodríguez es una historia llena de muros. Son muros las paredes de su casa en la que vive y sobre todo esa pared que le separa de su anciana vecina, maltratada por su hijo. Son muros también, estos imaginados, los que la hacen estar a kilómetros de distancia de la vecina de enfrente, solo preocupada por el qué dirán. Y muros son los que existen entre los trabajadores de su empresa y los responsables de la misma, enredados en un conflicto laboral. Muros que sin embargo no son un obstáculo para Irune, decidida a tirarlos abajo.

Pero en todo muro hay huecos por los que respirar, y el de Irune le llega a través del teléfono, de sus conversaciones con un operador de RENFE al que consulta horarios de viajes que le permite seguir soñando con escaparse, aún sin ganas de hacerlo. Una bonita relación que le sirve de soporte firme para apoyarse en las dificultades.

La prosa de Txani Rodríguez nos lleva a un espacio de soledad en el que reivindicar lo justo se convierte en el motor de una vida. Una vida decorada con flores de papel.

Paula Fuertes

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