Los chicos de la Nickel
En ‘Los chicos de la Nickel’ conocemos la magnitud de la barbarie en estos centros, donde un ‘ven a verme luego’ anticipaba terror y sangre.
En ‘Los chicos de la Nickel’ conocemos la magnitud de la barbarie en estos centros, donde un ‘ven a verme luego’ anticipaba terror y sangre.
Aunque no puede no mencionarse su lirismo, es cierto que ‘Otoño’ está anclado en nuestro tiempo, nuestro mundo lleno de precariedades, de incomprensibles tensiones, pero descubre espacios donde volver a ser personas.
No es un libro más sobre las adicciones. Su autora podría escribir un mundo sentada a oscuras en un armario lleno de botellas. Lo ha hecho. Tiene una prosa dura y brutal y una sensibilidad que corta y hace daño.
Un libro testimonial, autobiográfico y épico, si por épico se entiende la lucha del individuo por mantener su identidad y lo que la constituye.
Con humor y sensibilidad por el detalle, la novela nos permite encontrar la fascinación por la posibilidad de encontrar otra forma de vivir y de relacionarnos con la naturaleza y con los otros.
Siempre oigo la gente se quejarse de que guardan los auriculares en sus bolsillos, por muy bien colocados que estén, siempre salen hechos un lío.
Un retrato a lo Jane Smiley o Anne Tyler en el que las siguientes relaciones juegan el papel de testigos del derrumbe y la nostalgia.
Por eso la visita a las librerías es insustituible. Porque las redes saben demasiado de nosotros. Y la única manera de salir de nuestra burbuja es dejarse sorprender por una portada, por un autor, una frase, por una anguila.
En las páginas del libro descubrimos a una persona acomplejada por su aspecto físico y su origen familiar, pero decidida a romper con el pasado que le limita.
Combina Olmos con gracia el drama de la clase media y sus miedos, con cierto humor y crítica social, que hacen de ‘Irene y el aire’, una novela, a la vez que reflexiva, ácida e irónica.