Paseo.11: Nadie debería morir sin leer un gran discurso y sin ir a un matinal de cine

(I) Lo que tiene trabajar por la tarde en La Buena Vida es que la mañana se convierte en un espacio habitable, una cómoda sala de espera en la que observo el frío de afuera, rodeado de libros. A veces me siento a leer frente a la ventana, fijo la mirada en los rayos de sol que atraviesan los cristales, y espero a que éste mitigue la crudeza del invierno. Son pequeños juegos que llevan su tiempo y que me sirven para alejarme de las redes sociales, a las que cada vez les veo más contras que pros. Todo cambia, es el siglo de las dependencias tecnológicas, hasta el tabaco parece haber entrado en un proceso de obsolescencia programada. Hace unos días me enteré de que Philip Morris  está buscando nuevas fórmulas para reinventar el cigarro, conscientes de que el futuro pasa por una renovación. La idea es dejar atrás el proceso de combustión del cigarro. El fumador al que estamos acostumbrados es una especie en extinción. El nuevo cigarro será una tecnología muy avanzada, o no será. La inversión en investigación está siendo brutal.

(II) Hace un par de años leímos en el Club de Lectura de La Buena Vida El año del pensamiento mágico (PRHM, 2015). Recuerdo que una de las lectoras comentó que había conocido a su autora, Joan Didion, cuando trabajaba en una agencia de publicidad en EE UU. ¿Y cómo era?, pregunté con interés. Era una mujer frágil, contestó, guardaba las distancias y solía estar separada del resto. Eso era a finales de los 90, nos explicó, cuando Didion fumaba sin parar, bebía bourbon y el parkinson aún no había hecho mella en su sistema nervioso. Al fin vi Joan Didion: El centro cederá, un documental dirigido por su sobrino político Griffin Dunne, una acercamiento íntimo que recoge con cariño la vida y la obra de la periodista de Sacramento. En marzo se publicará en España su primera novela, Río revuelto (Gatopardo Ediciones), donde Didion se enfrentó por primera vez a la complejidad que plantean las estructuras de la ficción, los personajes y los diálogos. Era su primer año de trabajo fuera de casa. Cuando salía de la redacción de la revista Vogue, en la que había sido becada, se iba a su apartamento a pelearse con la novela.

(III) Desde que he descubierto las sesiones matinales de cine, intento ir al menos una vez a la semana. Subo la calle Segovia, a esa hora a la que todavía rezuma el frío en las piedras, brujuleo por las calles, hasta que doy con la fachada del cine, recién reformado. Es una de las actividades más placenteras que he descubierto últimamente: encontrarme la sala vacía, apenas con tres o cuatro espectadores. Es un lujo, me digo, mientras me hundo en la butaca. Me siento Jonás en el interior de la ballena.

(IV) Hace unos días vi Los papeles del Pentágono, una loa al gran periodismo de los años sesenta. La dirige Steven Spielberg. Meryl Streep interpreta a Katharine Graham, y Tom Hanks, a Ben Bradlee. Entonces me acordé de Una historia personal (Libros del KO, 2016), la autobiografía de una de las mujeres que aportó su granito de arena la historia reciente de EE UU. La presidenta del The Washington Post recibió por él el Premio Pulitzer en 1998. Una educación exquista, el suicidio de su marido, el caso Watergate, los Papeles del Pentágono o la Crisis de los misiles son experiencias que esta mujer vivió al borde de la atalaya, en un mundo analógico y de hombres.

(V) Gary Oldman interpreta a Winston Churchill en El instinto más oscuro. El Primer Ministro se tomaba una botella de champán para comer y otra para cenar, además del güisqui en el desayuno y los que caían a deshora. La película se desarrolla en el momento en el que parlamento británico se debatía entre enfrentarse a Hitler o pactar con él. Son interesantes las dificultades políticas que se encontró Churchill en la cámara baja, con un Chamberlain ya muy tocado por el cáncer. Pero sobre todo, brillan los discuros y la obsesión que tenía por las palabra el autor de «(…) sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor». En 50 discursos que cambiaron el mundo (Turner, 2018), Andrew Burnett recoge aquellos discursos, y fragmentos, que han tenido relevancia a lo largo de la historia. Entre ellos está Churchill o Fidel. Y cómo no, el «Puedo prometer y prometo» de Adolfo Suárez. Aunque tengo pocas certezas, a estas alturas tengo claro que nadie debería morir sin leer un gran discurso y sin ir a un matinal de cine.

David García Martín es @cercodavid

 

 

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