Materia vibrante

Materia vibrante
Una ecología política de las cosas

Jane Bennett
Traducción del inglés de Maximiliano Gonnet
Caja Negra, 2022

El tema fundamental del libro es estudiar la posibilidad de crear una forma de concebir lo no humano, lo no biológico, lo no vivo, las cosas, la energía, como actores en vez de sujetos pasivos. Reconocerles su capacidad de influir mediante su presencia, su transformación y el uso que hagamos de ellos los humanos o cualquier otro actor, en lo que somos, en lo que hacemos.

De esta manera intuye que nuestra percepción hacia el consumo y transformación de nuestro entorno sería visto con otra perspectiva. Del antropocentrismo que da vida a las cosas solo cuando el humano las nombra, las usa, las transforma o destruye, a un diálogo con ellas fruto del reconocimiento de la influencia mutua y la modificación que esas interacciones genera en todas las partes que interactúa y en las que las rodean externamente.

Indaga cómo lo que comemos tiene una influencia en nuestro comportamiento, en lo que somos, cómo la materialidad de lo que comemos se ve modificada en el proceso y se transforma en algo diferente y nos transforma en algo diferente. El estudio de las obesidades propias de una alimentación industrial es un buen ejemplo.

Bennett llega en el desarrollo de su argumentación filosófica a toparse con las paredes autoimpuestas por nuestras sociedades para aceptar la concepción que ella propone.

Así, llega a lo que se ha dado en llamar la cultura de la vida, esto es, el mapa conceptual y moral estructurado en un primer momento por Juan Pablo II a raíz de los hallazgos sobre las posibilidades de la investigación con células madre y que fue adoptado por los cristianos evangelistas y reforzado con categoría de ley por la administración Bush. Se basaba en 4 principios:

  1. La vida es radicalmente distinta de la materia.
  2. La vida humana es cualitativamente diferente a toda otra vida.
  3. La singularidad humana refleja una intención divina.
  4. El mundo es un orden divinamente creado y ese orden tiene la forma de una jerarquía fija, en la que los humanos están siempre en lo más alto de la jerarquía ontológica, en una posición superior a todo lo demás en la tierra.

Frente a esta realidad, Bennett antepone el vitalismo de Driesch o Bergson, su universalidad y su pacifismo fruto en el fondo de su contemplación y admiración de la naturaleza como objeto de estudio.

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