Las palabras que confiamos al viento
Laura Imai Messin
Traducción de Irene Oliva Luque
Salamandra, 2022


Establecer un diálogo entre el mundo de los vivos y el de los muertos puede parecer, a priori, un acto que se mueve entre lo fantasmal y lo doloroso, entre lo irreal y el sufrimiento. El miedo, quizá. Sin embargo, la mirada que Laura Imai Messin propone en Las palabras que confiamos al viento planea sobre la pérdida y el duelo rindiendo cuentas con la emoción, con la necesidad de la comunicación, de recuperar las palabras dichas y expresar las que quedaron por decir. Afronta, con sutileza, el silencio. Y descubrimos junto al personaje de Yui la importancia de “recordar las historias, hablar con las personas, hablar de las personas. Escuchar a las personas hablar de otras personas. Hasta conversar con los muertos, si era necesario”.
Con la protagonista viajamos a la monta de la Ballena, al curioso jardín de Bell Gardia donde hay una cabina de teléfono abandonada a la que la gente acude para hablar con aquellos seres queridos que ya no están. Sirven como marco de referencia las muertes ocasionadas por el tsunami que azotó Japón en 2011, pero se convierte en escenario de peregrinación para aliviar toda pérdida, sea cual sea su circunstancia. El Teléfono del Viento nunca comunica; llena el vacío y, a través de las palabras que acoge y de las que es testigo, el lector planea por historias que abordan temas como la familia o la maternidad. Sobrecoge incluso pensar que el lugar existe, que es real. Pero irrumpe de nuevo el estilo de la autora para envolver la narración de sosiego.
Páginas embriagadas de un sentimiento de consuelo que genera, a su vez, un huracán en calma que es el que se eleva cuando Las palabras que confiamos al viento salen de nuestro interior y las hacemos viajar para conectar con otros mundos, con otras personas. Con la vida presente y ausente.
J.C. Reina
