Anhelo de raíces

Anhelo de raíces
May Sarton
Traducción de Mercedes Fernández Cuesta
Gallo Nero, 2020


Existen temporadas en las que quemar la vida y no tener dónde descansar, porque los ojos no pesan ni las horas se hacen largas. Y existen otras en las que anhelar un pequeño hueco desde el que poder admirar la luz, su ángulo y los colores que varían mientras pierdes la cuenta de los días, de encontrar una soledad que se reconforta al ver una luz encendida a lo lejos, convencida de que alguien ve también su luz desde su ventana y se siente en casa.

May Sarton fue una poeta que no paró de viajar de universidad a universidad americana, que lo gastó todo en máquinas eléctricas cuyo zumbido no le dejaba pensar y que nunca perdió de vista sus orígenes belgas. Un día, con cuarenta años y los muebles señoriales de sus padres, los pecios familiares, compra con el mismo impulso que le había llevado a cada aventura una casa en Nuevo Hampshire. Agú, una antigua casa de campo con un enorme jardín, construye un hogar donde las flores la acompañan todo el año, tiene tiempo para leer, escribir, disfrutar de la melancolía y de múltiples amigos que son más que visitas.

Entre la vida interior y esa comunidad, todos esos vecinos con los que parece vivir en una de las primeras comunidades americanas, May Sarton supera con ligereza y lucidez temporadas de lodos, los múltiples desperfectos de una casa con su propia historia y disfruta de los días festivos en los que el prado que se extiende ante sus ojos se convierte en el paraíso. Anhelo de raíces se disfruta con una alegría sin fin e invita a estudiar todas esas cosas que nos enamoraron de nuestra casa, a ver su luz y buscar la paz en cada una de sus esquinas. Porque, al regresar a casa, «traigo el mundo conmigo, pero en un determinado momento el mundo se desmorona y entre. en el silencio que restablece la vida».

Pilar Torres

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