El evangelio de las anguilas

Patrick Svensson
Traducción del sueco de Carmen Montes Cano
Libros del Asteroide, 2020

Esta reseña va a rozar lo absurdo. Y así tiene que ser. Porque realmente es algo absurdo recomendar la lectura de un ensayo que tiene por objeto el conocimiento biológico, histórico y social de un animal tan poco noble como la anguila. Porque hemos disfrutado tanto de ensayos sobre el elefante, la ballena, el perro, siempre con el artículo, que hacerlo sobre “la anguila” puede llevarnos a pensar en una lectura agitada al caer la noche en la librería con un exceso de bebidas alcohólicas y cierto aire de amargura. Pero no, nada es lo que parece, y esta es una de las razones por las que el escritor emprendió esta aventura y nosotros hemos disfrutado al leerla.

Cada anguila busca en solitario su lugar en el mundo, sin herencias y en el mayor desamparo existencial. Quizá resulte más fácil identificarse con ese destino que con el curso vital predeterminado y menos independiente del salmón. Y quizá por eso la anguila, con su misteriosa inaccesibilidad, sigue siendo un ser tan fascinante Porque es más fácil identificarse con alguien que también esconde secretos, alguien cuya identidad o cuyo origen no son obvios. Lo oculto de la anguila es también lo oculto del ser humano. Y la búsqueda solitaria de nuestro lugar en el mundo es a fin cuentas la más común de todas las experiencias humanas.

Pero sigues dudando. Ya hemos visto cómo un libro sobre adoquines se acaba convirtiendo en un ejemplar más que dejar de leer a la mitad convertido en un libro de pseudoautoayuda. Lo hemos sufrido antes. Pero tampoco es el caso. El autor se acercó al mundo de las anguilas compartiendo la afición de su padre por su pesca. Pero ni necesita contarnos lo mucho que le quiso, lo que sabe que ha perdido con su muerte, ni nos va mostrar las huellas de la tortura de su pérdida. Patrick Svensson es una persona noble, sólida y no le va a hacer falta ninguno de los trucos habituales de nuestra degeneración postmoderna para mantener nuestro interés. Y no lo va a hacer porque su educación le convirtió en otra cosa y de esto también vamos a disfrutar porque algunas de las más íntimas pinceladas que da de su padre son de este hondura:

Aquel trabajo era más que una ocupación, era parte integrante de su persona; lo destrozaba pero también lo hacía más paciente, lo conformaba y le daba color…. Le gustaba su trabajo y, si se le insistía mucho, era capaz de decir que se le daba bien. Tenía ese orgullo profesional tan obvio y humano que nace de saber que se nos da bien algo que no mucha gente domina, y que lo que hacemos posee cierta permanencia y cierto valor para otras personas… Pero su identidad no se comentaba en su oficio. Era solo un nombre. Cuando se refería a sí mismo usaba lisa y llanamente la palabra «trabajador», y en ella residía casi todo lo que él consideraba que era. Tampoco parecía que lo hubiera elegido. Era trabajador desde que nació, y esa identidad constituía una herencia. Era trabajador porque algo más grande y más fuerte que él mismo decidió que así fuera. El camino ya estaba trazado en el mapa desde el principio.

Así que coge el libro y léelo. Sin expectativa pero sin prejuicios y llevarás el encanto de lo sorprendente acompañándote debajo de la maldita mascarilla. Quizás es buen momento, estos meses raros que vive nuestra sociedad, para encontrar en los misterios un reto y no una amenaza. No es tanto volver a creer en la divinidad sino como dice en un momento dado del texto:

Yo nunca he conseguido creer en los milagros de ninguna religión, pero puedo comprender a quien prefiera cambiar el miedo por la creencia. Puedo comprender que quien se ve cara a cara con algo desconocido o aterrador elija el milagro en lugar de seguir en la incertidumbre.

Es algo muy humano. Creer es abandonarse a algo. Solo con comparaciones podemos explicar a qué.

La lectura tiene que ser así. Por eso la visita a las librerías es insustituible. Porque las redes saben demasiado de nosotros. Y la única manera de salir de nuestra burbuja es dejarse sorprender por una portada, por un autor, una frase, por una anguila. Y descubrir algo que no habíamos pensado que nos podría gustar. Ampliando el mundo en el que vivimos y más ahora, que todo se ha vuelto demasiado cerrado.

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