El dolor
Marguerite Duras
Alba Editorial
Francia, Abril, 1945. Marguerite Duras espera la vuelta de Robert L, su marido, de un campo de concentración. Ya no está enamorada de él, pero eso no significa que ya no le quiera, al contrario. No puede comer porque piensa que esa misma comida es la que él no va a probar. Tampoco puede dormir porque sueña que muere a su lado, en la fosa negra. Este diario, al que la autora titula El dolor, cuenta la espera y el regreso de Robert L. Duras fue anotando sensaciones durante esos días pero no fue capaz de sentarse a escribir hasta cuarenta años más tarde.
Durante la primera parte, el personaje de Marguerite está llena de odio pero también de amor, en ocasiones no puede distinguir entre un sentimiento y el otro. Habla de la vuelta de su marido como algo que debe ocurrir. Se imagina ese instante una y otra vez, y en su imaginación ella acaba siempre muerta. Es como si supiese que en cuanto se acabe la espera, se acabarán también sus fuerzas. El dolor le da fuerza, la obliga a aguantar.
Aunque la guerra esté terminando, la sensación de Marguerite es que ésta puede volver en cualquier momento, que no es un hecho extraordinario. Para ella, lo extraordinario es inadvertido, y la guerra no es inadvertida. La política de De Gaulle le parece repugnante. No habla de los campos de concentración, no habla del dolor del pueblo, no habla de nada de lo que hay que hablar. A Duras le impacta hasta que punto es capaz de no hablar de estas cosas. De Gaulle decretó duelo nacional por la muerte de Roosevelt. “Francia estará de duelo por Roosevelt. El duelo del pueblo no se lleva”, escribe la autora.
En este relato la narradora es la única protagonista, todos los demás personajes son secundarios, episódicos. O al menos esa es la sensación con la que yo me quedo. No es sólo por que todo pasa por su cuerpo y por su mente antes de llegar a nosotros, sino porque sólo la ves a ella. Tampoco quiero decir que empatizase increíblemente con ella, a veces no entendía del todo su dolor e incluso me ponía un poco nerviosa. Pero justamente eso es lo que me atrae más, no entenderla del todo.
Hay una reflexión que me interesó mucho, justo antes del regreso de Robert L cuando el personaje de Marguerite ya no puede más, en la que se da cuenta de que ya no hay nada en común entre ese hombre y ella. Dice: “Ya no existo. Entonces, en el momento en que no existo, ¿por qué esperar a Robert L? ¿Vale lo mismo esperar a otro si lo que da gusto es esperar?” Duras habla mucho de esperar, como es lógico. Habla de ello como una decisión que ha tomado, “he elegido esperarlo como lo espero, hasta morir.” Y esa elección es, al mismo tiempo, su razón para vivir.
Creo que el momento que más me impresionó, y que más define a la autora es cuando Robert L le pregunta si es posible que algún día vuelvan a estar juntos y ella le responde que no. Le dice que desde que conoció a D no ha cambiado de opinión, y que quiere divorciarse. Que incluso si D no existiera, no volvería a vivir con él. Termina diciendo: “No me preguntó qué razones tenía para irme, no se las di.” Para mi este momento, con todo lo que ha pasado antes, me muestra como es la relación entre estas dos personas, la forma en la que se quieren y se entienden de una manera particular y única.
Violeta Rodríguez