Taxi
Carlos Zanón
Salamandra, 2017
Depende del humor de cada uno, pero a mí me hacen gracias esos personajes que responden al estereotipo que tienes de ellos. Me refiero a los reales, no a los de ficción: tu vecino gruñón, la amiga quejica, el taxista con la Cope. Te permiten estar relajado, son puntos de anclaje aunque no sean a priori de tu gusto. En los libros pasa lo mismo, y más en la novela negra. Sino, no se entenderían las series largas con un mismo personaje: uno quiere que ese personaje vuelva a hacer lo que se espera de él. A mi suegro le encantan las películas del Oeste porque los tipos que aparecen ahí hacen lo que se les supone que tienen que hacer.
Y así Sandino, nuestro taxista barcelonés. Cumple con todos los estereotipos: éxito con las mujeres en la cama pero un desastre para mantenerlas, fiel con los amigos hasta la muerte o hasta que le parten la cara sistemáticamente por ellos, egoísta y descreído hasta que toca darlo todo. Así que si disfrutas de que en el mundo loco haya cosas de las que más o menos te puedes fiar, te va a gustar.
Porque uno tiene la sensación, por mucho que las referencias musicales sean anglosajonas, que Sabina anda escribiendo algún párrafo, con el malditismo y la resistencia como bandera. Un paseo por la Barcelona turística con un taxista que no duerme y que de vez en cuando recuerda que le gustaba escribir, uno de esos tipos que al decirte “ya no bebo”, “ya no me meto” te está animando a que le ofrezcas, a que le ayudes a recaer.
Una trama llena de mujeres fáciles, pero no cariñosas, marroquíes legales y camareros mafiosos, hoteles baratos y peleas con claro perdedor, que se dosifica sabiamente y sirve de excusa para recorrer una Barcelona desde los barrios altos, hasta el mismísimo rincón de Leo, bambinohermanado para siempre con el San Román de Vicente en la calle Segovia, y que finalmente estalla en un final de película, de los que disfrutan de que en la vida, a pesar de todo, haya cosas en las que se pueda confiar.