Cosas que brillan cuando están rotas – Nuria Labari – Círculo de Tiza
El atentado del 11-M ha sido el más dañino en la historia de España. Fallecieron 192 personas y hubo más de un millar de heridos. Aquella mañana se abrió una honda herida en la sociedad española cuando explotaron las mochilas en la red de cercanías de Madrid. El desconcierto y la solidaridad ciudadana fueron de la mano. Tres días después, hubo un cambio gobierno en las elecciones generales del 14 de marzo. Se ha escrito mucho sobre los sucesos, sobre todo en prensa, pero faltaba un relato que lo abordara desde la ficción, otra manera de narrar la incomprensión y el dolor que generaron aquellos sucesos. Cosas que brillan cuando están rotas lo hace.
Para hablar de ello, Nuria Labari (Santander, 1979) combina la visión panorámica con los primeros planos. Eva y Eric son una pareja clase media. Ella es periodista. Él, ejecutivo. Además está Clara, su hija. A través de estas tres voces, en primera persona, la autora mostrará las dificultades de mantener a la familia unida, los miedos, la falta de comunicación entre sus miembros, los silencios, las ausencias. Todo ello en paralelo a la reconstrucción de los hechos dramáticos del atentado.
Por un lado, Labari muestra la labor periodística que Eva tiene que desempeñar el 11-M y los días sucesivos, reconstruyendo las múltiples caras que ofrece una acontecimiento de estas características, mientras su marido y su hija buscan la forma de recomponer la relación paternofilial en Berlín, desde donde ven con perplejidad los atentados. Los intercambios de correos electónicos entre marido y mujer es el recurso que la autora de Los borrachos de mi vida (Lengua de Trapo, 2009) usa para poner al lector al tanto de la delicada situación que atraviesa la pareja. Estos correos, además de una subtrama sentimental que tiene tanta fuerza o más que la del atentado, es un inventario de reproches de un matromonio que no se reconoce. Los veinte años que llevan juntos se han convertido en una manigua de días, donde las cuentas corrientes se han convertido en lo más importante.
Las personas mueren. El horror se manifiesta en sus múltiples posibilidades: el terrorismo se acompasa con el exterminio de los judios que Eric quiere mostrar a su hija, para que conozca la Historia y la insignificancia del ser humano, en los museos berlineses, mientras la vida sigue, al margen de los acontecimientos que deparan al ser humano.
Cosas que brillan cuando están rotas muestra el envés del relato del 11-M. Cómo irrumpe en la vida cotidiana. Y cómo los medios de comunicación juegan su particular partida, al igual que la política. “Me pregunto qué pasa si alguna familia no quiere contar la historia de su muerto, si no quiere ver su foto en la prensa nacional. Y sé que en esos casos intentaremos explicarles la importancia de la memoria y de la Historia. Y que si no ceden, entonces buscaremos a otros allegados, conocidos o compañeros de trabajo. Y lo haremos en nombre de la memoria colectiva. Lo único que me molesta es que el interés general de los ciudadanos coincide con el interés particular del periódico cada vez que se nombra en un consejo”, explica Eva, con intencionalidad, en la página 108 de esta novela cargada de significados, símbología, ficción y realidad.