Escritura extraterrestre

En Zona Reservada nos hacemos muchas preguntas. En ocasiones encontramos algunas respuestas… y otras no.


A veces sucede que te levantas un día y te empiezas a hacer preguntas. Por ejemplo, ¿qué es un escritor? ¿Escribir un libro sin llegar a publicarlo te hace escritor o es el acto de publicarlo lo que te consagra como tal? Pero ¿y si el libro es muy malo, o nadie puede leerlo? ¿Podría ser considerada escritora si lleno un cuaderno con listas de la compra? En resumen ¿qué es lo que hace a alguien ser escritor? Lo que me pareció curioso cuando todas estas cuestiones me asaltaron una mañana es que si las aplicáramos a mujeres, las respuestas de muchos cambiarían. Empezaría el desvario.

Hace unas semanas nuestra profesora decidió añadirnos al temario unos temas que nadie esperaba: la literatura escrita por mujeres en el siglo XV. Y digo que nadie lo esperaba porque jamás nos habían incluido escritoras más allá del siglo XVII, salvo dos o tres excepciones porque claro “las mujeres no escribían en aquellos tiempos”.

Pero de pronto llegas un día a clase y resulta que sí existieron. Y no sólo eso, sino que su escritura es muy distinta a como nos habían hecho pensar. Más profunda, estratégica, no limitada a géneros intimistas. Leonor López de Córdoba por ejemplo, escribió una obra autobiográfica para intentar devolverle la honra a su familia, represaliada injustamente. Y Hildegard von Bingen, una importantísima autora alemana, escribió obras teatrales y tratados sobre astronomía o sexología. Pero como no se consideraba que una mujer pudiera o debiera ser escritora tuvieron que inventarse un modo de justificar por qué escribían. Y así se inventaron lo que en literatura llaman estrategias de autorización, técnicas que consistían en la creación de un intermediario, Dios, como chivo expiatorio de sus obras. Bastaba con decir “No escribo yo, sino Dios a través de mí”, para librarse de la mirada censurante del resto. En un mundo donde callada se era perfecta, esta era la única forma.

Pero llegado el siglo XXI, crees que se les dará el reconocimiento que merecen, que serán enseñadas en los institutos al igual que los autores masculinos y que ya no tendrán que mantenerse sus estrategias de autorización. Pero no es así. Cuando mi profesora aquel martes nos contó el itinerario de autoras que íbamos a estudiar hubo quejas. Muchos de mis compañeros dijeron que sólo las estudiábamos porque era “la moda feminista”, no porque sus obras tuviesen calidad narrativa. Dijeron que lo justo sería que no perdieran el tiempo y nos enseñaran a los autores “de verdad”, los de toda la vida.

La pregunta no es qué debe hacer alguien para ser escritor, porque eso parecemos tenerlo claro. La pregunta sería qué debe hacer una mujer para ser considerada autora y que nadie la cuestione. Creo que definir la noción de autor es complejo y que esa complejidad se acentúa si se habla de libros escritos por mujeres, porque en realidad nunca serán consideradas autoras como tal. El problema está en que las mujeres nunca llegarán a amoldarnos al canon occidental (blanco, hetero, masculino). Una escritora puede adaptarse a ese canon estúpido, pero la realidad es que es un error considerar que la escritura de los hombres es una literatura universal que el resto debemos seguir, y que la escritura femenina es la excepción y un tipo extraño de literatura. Puede que incluso me parezca mal que se enseñen en un par de clases autoras de manera aislada, como si fueran escritores extraterrestres que cuentan asuntos marcianos, pero entonces ¿qué hacemos? ¿Qué se supone que debería haber hecho mi profesora? La realidad es que hoy en día no conoceríamos las obras de escritoras si no se enseñaran de esta forma. O se hace así o no se haría.

Creo que habría que cambiar la imagen mental que tenemos de escritor, y el rancio canon occidental que lo sostiene para que llegue el día en que podamos abrir una antología medieval y encontrarnos también escritoras. Pero ¿es esto exclusivo de autoras del pasado o seguimos haciéndolo con escritoras contemporáneas?

Está claro que levantarse con muchos interrogantes no te asegura que vayas a encontrar una respuesta pero sí ayuda a reflexionar. Y eso es algo que muchos, antes de juzgar  de “simple moda feminista” la obra de nadie deberían hacer, al menos si quieren ser buenos escritores.

Irene


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