Desde hace un par de semanas comparto algunas tardes con un grupo de jóvenes de entre 18 y 30 años. Hablamos sobre todo de temas audiovisuales, pero siempre salen a relucir algunos títulos de libros. La primera vez que esto ocurrió, recuerdo que les hablé de Natica Jackson, de John O’Hara (Contra, 2017). Quería contarles lo que me habían gustado sus dos historias y animarles a leerlas si les apetecía. Pese a mi entusiasmo, sus rostros permanecían apáticos, así que les pregunté qué andaban leyendo en ese momento, a ver por dónde iban sus gustos lectores. El silencio se instaló entre nosotros. No estaban leyendo nada. No leen. El segundo día estuvimos hablando de series de televisión y salió El cuento de la criada a relucir. De una manera natural, les pregunté si conocían el libro de Margaret Atwood, editado por Salamandra, en el que se basaba. Esta vez me respondieron preguntándome si trabajaba haciendo promoción de alguna biblioteca. Suena a broma. Me fui pensando cómo despertar su curiosidad por lo que algunos libros encierran.
Unos días después, en El Cultural de El Mundo, leo a Juan Palomo comentar dos crónicas sobre la Feria de Frankfurt. Una de ellas hacía referencia al gran uso que los visitantes parecían haberle dado esos días a una aplicación para ligar. La otra hablaba de una tendencia descubierta, la de los libros para leer en alto, ‘y, entre lectura y lectura, ligoteo’, dice. Pensé entonces en aquellos jóvenes. Quizá por ahí…
El sábado coincidí con los chicos y chicas de Zona Reservada y aproveché para preguntarles por sus últimas lecturas. Me hablaron de Luces de bohemia, de Valle-Inclán, que les habían mandado en el instituto, de El guardian entre el centeno, de Salinger, o La nieta del señor Linh, de Claudel, que habían leído en verano, y hasta de Pensar y no caer, de Ramón Andrés (Acantilado, 2016), que un familiar les había dejado recomendándoles algún fragmento. Podría hablarles de algunas de estos libros a aquellos jóvenes. Quizá por ahí…
De nuevo en clase y hablando de los making of, me atreví a llevarles el libro de Clara León, Esto no es un making of, editado por Fulgencio Pimentel. En un momento en el que me creían despistada, les sorprendí oliendo sus páginas. Esto se lo tengo que contar a Pilar, pensé al momento. Quizá por ahí…
Mi última osadía ha sido leerles algunos fragmentos de La poética de lo cotidiano, el maravilloso libro de Yasujiro Ozu editado por Gallo Nero, después de ponerles algunas secuencias de sus películas. Se lo cuento también a Pilar en un momento de desahogo. ‘¡Qué maravilla! Seguro que son mucho más felices ahora’, me dice con su entusiasmo habitual. No ando yo sobrada de optimismo, pero quién sabe. Quizá por ahí…
Paula Fuertes