El show de Trump – Mark Singer – Debate
Si este reportaje publicado en 1996, en The New Yorker, hubiera sido el de un magnate egocéntrico que se mira más el ombligo que una estrella del rock en gira promocional, pero no aspira más que a permanecer en la lista forbes, no habría trascendido. Pero resulta que 20 años después de haber llegado la publicación a los kioskos, el personaje es el candidato republicano a la presidencia de EE UU. Es por ello que recuperar este texto tiene todo el sentido a día de hoy.
—¿Quieres saber qué considero realmente una compañía ideal?—dice Trump.
—Sí.
—Un buen culo.
Esta fue la respuesta de Trump a Mark Singer, autor del libro y periodista que pasó algunos días con el actual candidato republicano. Trump es poliédrico, que diría Cela. Hay muchos Trump, pero ninguno parece desprender las cualidades que un votante espera de un político. Explica Singer que está el Trump adicto a la hipérbole, el experimetnado constructor de bienes raíces, el narciso, el perpetuo adolescente o el publicista. Entre otros.
Si esto no es suficiente, también nos enteramos de que el estridente candidato es fan de las películas de Jean-Claude Van Damme. Los gustos cinematográficos no son un veto a los hombres presidenciables, aunque dicen mucho de ellos. Igual que los que se vanaglorian de leer sólo prensa deportiva ¿Alguien sabía que las paredes del centro corporativo Trump Organization están tapizadas con portadas de revistas en las que sale su cara?
El libro se divide en dos partes. El reportaje en sí y un épílogo titulado Créanme. Este segundo es una reflexión que Singer ha escrito para actualizar y contextualizar el trabajo del año 96. El libro abre con un prologo de David Remnick, actual editor de The New Yorker.
Singer fue un perioditas capaz de fajar y no dejarse engañar por el manipulador nato de Trump. Tuvo sus más y sus menos con él. Igual que Obama. El perfil que nos ofrece Singer muestra qué clase de hombre está a las puertas de la Casa Blanca. Da risa y miedo a la vez. Pero así es la democracia. Al menos en el país de las estrellas y las barras.