Érase una vez el fin
Pablo Rivero – Anagrama
Después de leer el último Premio Dos Passos a la Primera Novela, Cocaína, del periodista Daniel Jiménez, pensaba que estaría un tiempo sin cruzarme con una novedad literaria de un escritor español que le buscara la crudeza a la vida de esta manera. Me equivocaba, Érase una vez el fin va en esa línea, aunque el tratamiento y la resolución sean diferentes. Es cierto que el entorno barrial y lumpen en el que se mueve el personaje de ésta difiere de la novela de Daniel Jiménez. No obstante, el proceso de degradación a la que llegan los personajes, la intensidad de la narración y la calidad literaria, las acerca.
En Érase una vez el fin un pianista de hotel con problemas de adicción, entre otros, deja una deuda pendiente en una partida de cartas. A partir de ahí, el joven se ve envuelto en una persecución por un Gijón decadente, donde se va a encontrar con el presente y el pasado de una vida marcada por la familia, las relaciones afectivas y la pobreza inherente a la clase obrera.
Pablo Rivero (Gijón, 1972) le imprime al personaje un carácter fuerte y una acitud desafiante frente a la vida. Su voz es corrosiva, y está cargada de rabia y frustración. Más que hablar, a veces parece que escupe. Pero a su vez, la ferocidad personal con la que convive el personaje es suavizada por una visión poético que deja en cada párrafo luminosidades de sucia belleza.
En este viaje al infierno, van a aparecer más demonios que santos: chulos, prostitutas, yonquis, jefes déspotas, cuñadas de dudosa eticidad, policías corruptos, padres pusilánimes y borrachos, entre otros. Con ellos, el autor traza un recorrido para que su protagonista colisione con violencia contra todo el mobiliario sentimental que ofrece la ciudad.
Rivero no se corta, y en esa visión de euforia y odio que caracteriza al pianista, arremete contra una sociedad estática, idiotizada, inmovilista, sumisa, corrupta, vulgarizada y decadente.
Si tuviera que poner un pero es la sensación de urgencia que Rivero parece imprimir a la narración para darle fin. Pero no obstante, Érase una vez el fin es una novela muy entretenida, que sumerge al lector en el inframundo que aflora en los márgenes de la sociedad y muestra aquello que nadie quiere ver ni leer.