
Alessandra Lavagnino – Errata Naturae
Los espacios se conquistan en cuanto se pierde la referencia de los mapas. Una ciudad no se puede transformar en un hogar hasta que no aparece en el mapa personal una calle extraña, hasta la que has llegado incapaz de señalar el camino en el mapa. Son los lugares escondidos, alejados de las grandes avenidas, los que construyen los refugios.
Eso es lo que hace ‘Nuestras calles’ con los mapas de Roma y la relación maternofilial. Lo que parece un recorrido por las líneas de la novela de aprendizaje y la intrincada geografía romana se transforma nada más empezar por un paseo por las callejuelas, un viaje con la brisa silenciosa del amor y la soledad, por calles que no visitan los turistas sino las hojas del ailanto del Lungotevere.
Marzia es una joven silenciosa que descubre las calles de su ciudad según las distintas casas que configuran su esquema vital: la de su abuela, el refugio de la infancia, la de su madre, la primera abogada de Roma que alza un hogar rebosante de silencios, y un extraño lugar en la via dei Serpenti al que va a desembocar su vida.
Con estas coordenadas la joven ve pasar los años 30 bajo el resplandor de una madre viuda pero capaz de sobreponerse al mundo y a las convenciones, una posguerra que crea intimidad más que penurias y unas décadas de madurez donde la frialdad se instala en forma de silencio. Desde niña, Marzia lucha por encontrar a las palabras justas, asir sus perneras y conseguir no defraduar a una madre que, a pesar de sus esfuerzos, no consigue encontrar el camino más alla de las pequeña virtudes.