Del caminar sobre hielo
Werner Herzog – Gallo Nero
Tal y como está el mundo, uno no sabe muchas veces cómo puede seguir girando con aparente normalidad. Quizá coge la energía de las pequeñas gestas de algunos de sus habitantes, muchas anónimas. La de Herzog podría ser una más. Un impulso irracional (o quizá no tanto) como reacción a una mala noticia: su amiga Lotte Eisner está gravemente enferma.
En ese momento da igual que Herzog se encuentre a 800 kilómetros de distancia, en Munich, y que sea pleno invierno en Europa. Con sólo lo imprescindible, una brújula y las botas para andar, emprende el camino a pie guiado por la idea de que si consigue llegar a París de esta manera, su amiga se recuperará. No puede haber razón mejor para un reto.
‘Del caminar sobre hielo’ recoge las anotaciones que Herzog realizó
sobre el viaje, imágenes en palabras de lo que tiene ante sus ojos, como si a cada momento nos respondiera a la pregunta ‘¿qué estás viendo ahora?’. Campos interminables, frondosos bosques, vacas, ovejas, algún perro, casas abandonadas. Frases cortas y una sucesión de nombres de los lugares que va recorriendo, los ríos que cruza… y la soledad en el camino.
Me acuerdo de otro pequeño libro, ‘Elogio del caminar‘, y de las reflexiones que Antonio Muñoz Molina y Jordi Corominas nos regalaron en la presentación de ‘El faro del fin del Hudson’ en La Buena Vida, una obra nacida precisamente también de los paseos de su autor. Otros caminares diferentes pero en todos un elemento común: la mirada que se deja sorprender, la soledad que ayuda a detenerse, a mirar diferente, a interpretar, por qué no, el mundo de otra forma.
Herzog sufre por las heridas, los dolores, la lluvia y el frío que le atenazan, le surgen dudas, la soledad le pesa. Acompañarle es un ejercicio, intenso en ocasiones, pero recomendable para la salud.