La isla de la infancia

La_isla_de_la_infancia_COB.inddLa primera vez que vi en la mesa de novedades de La Buena Vida el primer tomo de Mi lucha del escritor noruego Karl Ove Knausgard, La muerte del padre (Anagrama, 2012), me llamaron la atención dos cosas. La primera fue la foto amarillenta de la cubierta en la que un niño aparecía junto a un adulto sobre una piedra a los pies de un lago. La segunda, el nombre impronunciable del autor. Nada indicaba que el voluminoso libro fuera a acabar entre mis manos. Tres años después, he leído los tres tomos en el orden que el autor ha decidido y espero con ganas el cuarto volumen de la sexalogía.

El día exacto que me cambió el chip y decidí entrar en el universo Knausgard, no lo recuerdo, pero sé que ocurrió después de leer tantas críticas positivas, que reconocí que estábamos frente al último gran fenómeno literario. Se publicitan tantos libros de manera exagerada, y hay tan pocos que merezcan de verdad la pena. Otra cosa es si dentro de 50 años el escritor noruego será materia de estudio en las universidades, igual que hoy lo es Marcel Proust, uno de los escritores más recurrentes cuando se habla del autor de Un hombre enamorado (Anagrama, 2013).

En esta tercera entrega Knausgard rompe definitivamente con la cronología habitual y se despacha con 500 páginas. En ellas narra la infancia, ese periodo  tan especial y enigmático. En las anteriores entregas ya escribió sobre la adolescencia y la madurez -matrimonios, paternidad y las dificultades de conciliar esa realidad con la escritura-. En general, el tono y su capacidad narrativa son tan envolventes que en su país llegaron a decretar el día No-Knausgard, en el que estaba prohibido hablar de todo lo que estuviera relacionado con los libros y con el escritor.  En España no se ha llegado a tanto. Aunque sí he notado entre los lectores cierto enfebrecimiento en la lectura de esta autobiografía novelada.

“Un templado y nublado día del mes de agosto de 1969, un autobús por una estrecha carretera del extremo de una isla de la costa de Noruega, entre jardines y peñascos, prados y bosquecillos, subiendo y bajando pequeñas cuestas, doblando cerradas curvas, unas veces con árboles a ambos lados, como en un túnel, y otras pegada al mar”.  Así arranca La isla de la infancia donde el noruego cuenta su vida en la isla de Tramoya, cuando apenas era un bebé de ocho meses. En la narración el lector irá rellenando  huecos y entenderá cómo se formó el carácter del joven Karl,  junto a una madre, que  parece ausente, y un padre severo con un claro perfil de maltratador. En esta tercera entrega, el lector se acerca al niño plañidero y llorón, más tarde erigido en un rebelde que acaba convirtiéndose en un gran lector.

Este hombre de ojos ajados por un azul puro, con un busto como si éste hubiera salido de un buen peñasco – las mujeres que además de buenas lectoras no han pasado por alto el físico del escritor con halo de vikingo-,  rebusca en la memoria y muestra, con la mirada de un niño que sabe qué contar, un periodo de tiempo fundamental en la vida de cualquiera. Si las infancias siempre me parecieron definitorias en la formación de las personas aunque muy aburridas, Knausgard consigue encontrar el tono adecuado y convertir esos años en una narración trepidante y compleja, donde ficción y realidad, experiencias primigenias y de formación, se ensamblan en un texto verdadero, transformando, una vez más, la materia prima de la vida en una gran obra literaria.

@cercodavid

2 comentarios en “La isla de la infancia

  1. Pingback: Las listas del 2015 | La Buena Vida – Café del Libro

  2. Lo estoy leyendo en estos momentos, creo que es de lo mejor que he leído en mucho tiempo. Me has dado una alegría informándome de que son seis libros, pensaba que este era el último. Me queda Knausgard todavía.

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