La Bella y la Bestia, diario de rodaje

La Bella y la Bestia, diario de rodaje – Jean Cocteau – Intermedio

Todos los rodajes nacen, se complican y mueren, pero pocos como este de Cocteau pueden presumir de haber hecho frente a todas las dificultades imaginables. Una película con un potente espíritu poético y una atmósfera fantástica que nace en el peor momento de Francia, entre cortes de luz y sin suficiente película para rodar todo lo necesario. Un equipo que va sufriendo la desgracia de la enfermedad, con Jean Marais sangrando al subirse al caballo que le hará recorrer bosques encantados o la enfermedad cutánea que mantendrá a Cocteau alejado de su amado equipo un mes entero.

Pero los inconvenientes que uno se encuentra por el camino, las marejadas que hay que cruzar, se convierten en una forma de demostrar el propio amor por el proceso, la confianza en la obra. La Bella y la Bestia (1946) fue para Cocteau una demostración del arte por encima de todo contratiempo y, para el cine francés, un milagro. Una película fascinante e hipnótica, donde la magia de los recursos más simples y antiguos del cine consigue, como en toda la filmografía de Cocteau, alcanzar el nivel de los sueños. Así que, cuando descubrí este libro en mitad de un estante de La Buena Vida de la FIlmoteca, del color de una suave rosa del jardín de la Bestia, tuve que dedicarle largas noches de compañía.

Como señala Miguel Marías en la presentación de esta edición, es muy probable que el diario de rodaje “más profundo, subterráneamente más influyente y el mejor escrito jamás sea el de Jean Cocteau”. Unas notas que narran toda la aventura, ilusiones, cansancios y reflejo de una época plagada de miedos políticos y  un carrusel de figuras históricas que rodean a Cocteau, pintor, cineasta enamorado de Meliés y Einseinstein y, ante todo, narrador. Él, que nunca fue un cineasta de oficio, se despierta en medio de la noche al recordar sus errores o las escenas que le faltan por grabar:acompañamos un director en constante aprendizaje e investigación, un descubridor capaz de viajar a través de los espejos.

Este diario se convirtió en un referente de juventud para los cineastas de la nouvelle vague: en algún momento de sus vidas, Rivette, Resnais, Rohmer, Truffaut, Godard o Chabrol confesaron su deuda con las desventuras cocteaunianas allá por 1946. La Bella y la Bestia, diario de rodaje nos descubre cómo la belleza no está reñida con el ahorro, que la poesía gana poder cuando dibuja con fuerza sus bordes en la pantalla, sin ser el objetivo de la cámara pero sí la finalidad del rodaje.

Pilar Torres

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