Día 21: Un Rubikón

Esta novela se ha ganado (o debería ganarse) por méritos propios, la permanencia en las mesas de novedades con pegamento de contacto.

Ojalá que a este buen libro le pase lo mismo que a algunos grandes actores, que a fuerza de resistir  en el limbo de la “revelación”, logre convencer de su calidad.

Perdida, de Gilliam Flynn (ed. Roja&Negra), es un cubo de Rubik. Una novela que se vale de lo negro como suma de géneros y colores, de ingenio, para armar una estructura geométrica de alto nivel. Sin hacer trampas.

Ya está bien de consentir que ciertos autores se permitan el lujo de hablar de sus creaciones como si estas salieran de un proceso de mecánica y refinería, en vez de un “ahora despego y pego” los adhesivos donde toca. Voilà. Sin hacer esfuerzos. “Total, ya tengo asegurada la audiencia”.

Entretener y vender una buena cantidad de ejemplares no puede quedarse reducido a un juego de manos burdo, una ingeniería para ojos mancos, lectores que flotan pero no reman, que no pueden pensar y a los que el criterio les va abandonando poco a poco. La culpa no la tienen ellos, sino esos autores ilusionistas, con todo su circo, que no sudan la varita y sólo usan la chistera como monedero.

Gimnasia de mantenimiento.

Hemos tomado prestado a Rubén Pozo como personal trainer para no perder las formas.

No somos Jane Fonda, es obvio, no lo hemos pretendido nunca, pero seguir las indicaciones de nuestro entrenador, nos deja como nuevos. Entrad y ved.

A medida que el partido va avanzando, el debate se va volviendo más interesante, la visión de juego se amplía y abre nuevos drives y reveses que refuerzan la estrategia de nuestra raqueta.

Esta semana, vista la situación actual que nos obliga a todos (comercios, empresas, profesionales) a buscar técnicas de reinvención, hemos vuelto reflexionar sobre vuestros planteamientos y hemos tomado apuntes de todos ellos para mejorar la trayectoria y la velocidad de las acciones que pretendemos acometer desde la librería.

Tenemos claro, como gran parte de vosotros, que la piedra filosofal de La Buena Vida es el libro y lo seguirá siendo. Eso es incuestionable. El sector editorial está tocado, lo sabemos, y es cierto que cada vez proliferan más las librerías-papelerías, algo que nos recuerda a esas mercerías de antaño que terminaban siendo perfumerías y droguerías. Un botón de nácar y un tapón de detergente de lavadora no parecían tener mucho en común, pero terminaban conviviendo. Con el tiempo, los chinos han patentado esa fórmula multidisciplinar y han abierto locales de horario continuado, donde puedes comprar desde una pera y pilas alcalinas, hasta una funda para la tabla de planchar. Empezaron siendo “todo a cien” y ahora han invertido el valor del eslogan y han aumentado su despliegue en todos los barrios y venden casi de todo. No a euro, pero sí bastante más barato que el resto de comercios, a los que les cuesta cada vez más competir y mantener, ya ni tan siquiera aumentar, a su clientela.

Algo parecido está empezando a pasar con las librerías.

El equilibrio entre “el mercadillo” y “la tienda pija de museo” no es fácil, sobre todo porque el porcentaje de gente que lee es pequeño frente al que compra lápices, papel de envolver o artículos más o menos innecesarios pero más consumibles. O que “entran por los ojos”. Nosotros hemos tenido libretas como buenas compañeras de viaje. No nos parece mala idea

La Buena Vida no tiene intención de convertirse en zoco. Es más, queremos aprovechar el traslado para hacer limpia -de ahí la pregunta- para ver qué nos merece la pena vender, qué cosas nos identifican más allá de las que ya tenemos. Y en este punto sobre la identidad, optamos por potenciar nuestra independencia, esa esencia “intangible” a partir de un espacio y las proyecciones que pueden surgir a partir de él.

Si algo hemos aprendido en estos años es que no queremos especializarnos. Ni tan siquiera  en nuestra pequeña extensión en la Filmoteca ofrecemos nuestros servicios como librería especializada en cine, al contrario. Queremos ser generalistas.

Sobre la petición de reforzar el área infantil (en contenidos, adaptación del local y de la carta de productos a consumir, incluso el merchandising), os contamos que desde hace meses formamos parte del Club Kiriko y que, como sabéis, hemos puesto en marcha talleres infantiles de confección de libros personalizados algunos domingos y otros días de la semana que han funcionado muy bien, sobre todo como una fórmula alternativa para celebrar cumpleaños. Intentaremos aumentar las actividades, pero no una línea de venta dedicada a los pequeños (tazas y derivados), porque nos convertiría en una librería especializada en ellos o en un cajón desastre. Ambas cosas quedan desechadas.

Seguimos convencidos de que la lectura bien merece ser celebrada con buenos productos que beber y comer -para los niños tenemos zumos, leche con cacao, galletas, bizcochos, nos parece más que suficiente-, como un complemento o añadido placentero.

No es fácil ampliar la oferta gastronómica (en concreto, la carta de cosas para picar) porque implicaría otra infraestructura, otra distribución y una política que nos alejaría de nuestro planteamiento original, que no es otro que el tratar de mantener esa idea de tranquilidad, de aislamiento o participación, en función de los clientes y los días, que vienen a por víveres (libros, discos, películas).

Por el contrario, sí que hemos pensado en la parte de hostelería como un activo a ofrecer por ocupar una mesa, un sitio para trabajar en la librería. Estamos dándole vueltas a la posibilidad de facilitar puestos de trabajo.. Nos parece muy interesante. Cada vez hay menos oficinas con teléfonos fijos. De llevar esta iniciativa a cabo, ojalá nos cuadre, lo que tendremos que definir en ese caso es el valor (concepto) de las consumiciones. Y si podemos facilitar, además, por qué no, algún tipo de material alternativo y necesario para escritores que empiezan.

Lo de convertirnos en una librería rodante nos gusta. Madrid es una ciudad difícil para los ciclistas pero nos desearíamos implicarnos, no sabemos en este momento de qué forma, en el mundo bicicletero.

En quienes no habíamos pensado es en los perros, la verdad, somos francos. Ya veremos.

También nos habéis apuntado que montemos un punto de bookcrossing.  Ya lo teníamos en la entrada de la librería de Vergara y no tuvo demasiado éxito. Si decidimos seguir fomentando el intercambio en el nuevo local, somos conscientes de que tendremos que poner un punto de recogida que de opción al depósito y cruce de más libros.

Hemos dejado para el final el consejo que nos habéis dado de “hacerlo igual pero en una zona mejor”. No os preocupéis. Esto forma parte de nuestro propósito: mejorar en todos los sentidos, usando como base lo que funciona. Las zonas, en principio, son como los nombres. Son las personas las que los hacen ser o no acogedores y especiales.

Gracias una vez más por hacernos sudar y pensar más, con la intención de hacer, parafraseando a nuestra manera a Van Gaal, de todo lo “negativo”, mucho “positivo”.

Cuarto saque:

Queremos que nos ayudéis a darle un giro importante a las presentaciones. La experiencia de estos años nos pide modificar la estructura, el enfoque, potenciar la participación de los asistentes, erradicar, sobre todo, la distancia que existe entre las notas de prensa, esa información correcta pero fría, y  los encuentros   pactados y en directo, que han de ser cálidos y diferentes. Actos en los que perseguimos mostrar y hacer que se consolide todo aquello que valga la pena.

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