En Zona Reservada surgen muchas dudas y debates, pero sin duda uno de los más comunes es aceptar que somos lo suficiente raros como para ser las personas más normales del mundo…
La semana pasada, en la clase de lengua, empezamos un nuevo tema. Como siempre, al principio del todo viene un texto y unos ejercicios para practicar la compresión lectora, y el que leímos, me llamó mucho la atención.
Hablaba de que una periodista publicó un artículo en el que contaba una rareza de uno de sus lectores, guardar las uñas que se cortaba en cajas de cerillas. Para su sorpresa, recibió tres correos electrónicos de gente que hacía lo mismo. También nos cuenta unas cuantas rarezas más, como un señor, que siempre que recogía la ropa del tendedero, dejaba caer un calcetín al suelo, o una señora que dejaba todo el equipaje en el hotel cada vez que se iba de viaje, y volvía con las maletas vacías.
Me llamó la atención muchísimo, y me hizo pensar que mis manías no son tan raras. Probablemente hay mucha más gente en el mundo a la que le pasa lo mismo. Por ejemplo, no soporto que mi madre “me ordene la habitación”. Por muy desordenada que esté, se dónde tengo cada una de mis cosas, y si me cambias una de ellas de sitio, me vuelvo loca.
Ana Bustamante
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