(1) «Todo el mundo habla mal de ti, eso habla muy bien de ti» es una afirmación que esconde un enigma poético, una aseveración que, sin contradecirse, deja el regusto de lo extraño entre los labios. Podrían ser los versos de un poema o el comienzo de una carta llena de reproches. Pero no es ni lo uno ni lo otro, es como comienza la canción que abre el último disco de Tulsa, Centauros (I*M Records, 2017). En una escucha atenta, las letras de Miren Iza esconden un mundo propio trufado de belleza, aflicción y misterio semejante al de un poeta de nuestro tiempo. Al centauro le cincelaron sobre sus extremidades de caballo, un torso, unos brazos y una cabeza de humano. La criatura es en sí una batalla entre lo racional y lo salvaje, «(…) esa forma de herir que tiene lo instantáneo o lo hermoso», explica el poeta malagueño Alejandro Simón Partal en un breve texto incluido en el álbum de la artista guipuzcuana.
(2) En ocasiones, cuando escucho la letra de una canción, busco ese lirismo que empapa la música como una zarza arañada de aire. ¿Puede una canción convertirse en un poema? Supongo que no hay una respuesta unívoca. Una canción no es un poema, aunque algunas guardan dentro de sí el germen de la poesía. El Premio Nobel de Literatura concedido a Bob Dylan el pasado año fue polémico. Muchos se echaron las manos a la cabeza. Otros, en cambio, aplaudieron la descisión. Aún así, acercarse a Bob Dylan. Letras completas 1962-2012 (Malpaso, 2016), impone. No sólo por lo voluminoso de su obra, sino por la fuerza de su talento. «Soy inmenso, contengo multitudes», escribe Diego A. Manrique en el prólogo tomando los versos de Walt Whitman para describir al poliédrico Dylan.
(3) Llevo varios días intentando escribir algo para la web de la librería, pero es difícil encontrar el momento adecuado. Las interrupciones son muchas. La urgencia de lo cotidiano es un fuego que me quema los dedos y hace que los retire del teclado, a cada momento, para atender las rutinas del día a día. Una librería puede ser un lugar más insólito de lo que parece. Por ejemplo, acaba de irse de una pareja que ha entrado pidiendo unas tijeras con las que cortar la etiqueta del vestido que ella lleva con elegancia. Malpaso editó el libro Cosas raras que se oyen en librerías (2015), donde se recogen anécdotas que acontecieron en estos espacios rodeados de libros. En las últimas páginas del libro de Jen Campbell, se relata una anécdota que sucedió en La Buena Vida.
(4) He leído esta semana Escrito en el jardín (Xordica, 2017), un diario íntimo y delicado que recoge reflexiones, poemas, lecturas, y el día a día, entre otras cosas, de su autor, Xuan Bello, al que no conocía. El libro incita al sosiego, e invita a la vida contemplativa alejada de la gran ciudad. Esto me hizo recordar un libro del que se editó a principios de año, y que me dejó un grato recurdo entre todas lecturas de 2017. Hablo de El arte de quedarse solo (Renacimiento, 2017), del profesor, crítico y poeta José Luis García Martín. También es un libro de fragmentos, como los recuerdos, en muchas ocasiones demediados por el tiempo. Si no en la misma línea, sí en una parecida, se acaban de publicar unos diarios de Pla bajo el título Hacerse todas las ilusiones posibles y otras notas dispersas (Destino, 2017). El maestro catalán es mordaz y ambicioso, en su mirada conviven el hedonismo y la inteligencia con gran equilibrio.
Ya es tarde, afuera el frío quiebra la noche. El fragmento es una posiblidad, a veces una necesidad, otras, una trampa. Fragmentos, libros, centauros. De algo hay que vivir.