Manual de exilio
Velibor Colic
Traducido del francés por Laura Salas Rodríguez
Periférica, 2017
Entre el portal de mi casa y la boca del metro, cada día, cuatro veces al día, me cruzo con grupos de adultos sentados bebiendo vino o cerveza desde buena mañana. Todos ellos hablan en idiomas extranjeros y salen de los albergues de acogida cada mañana para dejar pasar el tiempo. Leyendo este magnífico libro de Colic, me pregunto cuántos escritores estoy dejando de conocer por no unirme al grupo. Porque aquí en la librería, todos parecen muy formalitos, pero alguno como él habrá pasado temporadas en la calle, sin rumbo, a punto de perder la cabeza, solo unido a la razón por el deseo y la fuerza interna de querer ser escritor, de serlo.
Conocimos las peripecias de Velibor Colic a través de su novela “Los bosnios” donde nos contaba cómo abandona todo para ser reclutado como soldado en la guerra que destruirá su juventud, su familia, su casa, su ciudad, su país y el sueño de una Europa en la que algo así, no podía pasar, y en la que desde hace años no dejan de pasar cosas que nunca podían pasar, recordándonos otros tiempo en los que la actualidad dejaba solo el rumor de “esto aquí no puede pasar”, hasta que pasó.
Pero este no es un libro testimonio, que lo es. Sobre todo los dos primeros tercios del libro tienen una prosa emotiva, en la que no sobra nada, que nos introduce en una vida de exiliado a la espera de la concesión del asilo político, mientras los días caen como losas que solo el alcohol y una llama en la que nunca deja de arder la literatura logran mitigar, en un tiempo en el que obligamos a las personas a dejar de serlo, porque no poseen derechos, futuro ni forma de hacerse con las riendas de sus vidas. Y, en el fondo, todo el libro es un canto de amor a la literatura, como herramienta para contarnos la vida, asidero para una realidad imposible de comprender, i-n-a-g-u-a-n-t-a-b-l-e.
“Manual de exilio” nos conecta con las personas detrás de las sombras sin rostro de la calle, de los telediarios. Pero no lo hace con una llamada a la lástima n a la condescendencia, sino con un relato de pelea sorda por mantenerse cuerdo, de un escritor exiliado, de un exiliado escritor. Bienvenido a la Europa de los derechos y de los sueños.