Carpas para la Wehrmacht
Ota Pavel – Sajalín
Conocí a Otto en los años ’60. Iba a verle al hospital y pasábamos la tarde fumando y contándonos historias. Recuerdo perfectamente las carcajadas de las enfermeras al oír las historias sobre cómo su padre, el señor Leo, había sido premiado por Electrolux por ser el mejor vendedor de aspiradoras en todo el mundo, por encima de los dos mil comerciales que tenía la empresa sólo en Japón, y del resto de sus vendedores repartidos por todo el mundo. Cómo se vio imposibilitado para llevar la luz a las aldeas de Nesuchyne, como les había prometido que haría al venderles las aspiradoras.
También contaba cómo el nombre de Irma era impronunciable en su casa. Su madre achacaba al atractivo de aquella señorona el que su padre se hubiera comprado un Buick más grande que el de sus jefes y que faltara de casa tan a menudo.
Creció en mí el mito de que todos los padres, cuando se les ve con la distancia suficiente, son héroes tragicómicos y descubrimos en ellos grandes sueños enloquecidos, como el que llevó a Leo a comprar un estanque con carpas, llevando a toda la familia a la pobreza.
Esa intuición de vendedor, esos primeros diez minutos de relación absolutamente encantadores, que le convertían en un hombre capaz de vender lo que fuera a quien fuera, pero que, al mismo tiempo, era capaz, o mejor dicho, necesitaba ilusionarse con los proyectos más disparatados, como aquellas tiras impreganadas de químicos matamoscas que supusieron una inolvidable derrota comercial.
Este humor inocente que tanto disfrutamos de Hrabal o de Hasek y que nos viene a la mente cada vez que pensamos en literatura checa, se encuentra en cada página de estos relatos tiernos y divertidos, que hablan de personajes familiares haciendo las estupideces que hacemos todos si alguien supiera contarnos, tan tiernamente como lo hace Ota Pavel. Una lectura perfecta para tomar con un café caliente, uno de esos días que no queremos odiar a nadie, por eso para nosotros, es como si hubiéramos estado con él.