Jardín
Pablo Simonetti – Alfaguara
Cuando yo era niño, tiraron la casa de mis abuelos. Era una casa vieja, sus escaleras de madera crujían a nuestro paso y el barreño era lo más parecido a una bañera que allí se podía encontrar. Tampoco tenía ducha. Ampliaban la avenida en la que se encontraba y reubicaban a los inquilinos en unas casas recién contruidas en otra parte de la ciudad. Con bañera, claro. Desde mi ingenuidad, me parecía una suerte. Pero mi abuela no podía contener las lágrimas y los ojos claros de mi abuelo reflejaban una enorme tristeza. Aunque tardé en darme cuenta, aprendí dos cosas ese día: lo importante de lo que uno siente, del significado que las cosas tienen para cada cual, y que los ojos, aunque a veces lo intentemos, son incapaces de ocultar la verdad.
Descubro el personaje de Luisa Barbaglia y enseguida vuelve la imagen de mi abuela. También la protagonista de Jardín lucha por mantener su casa, en este caso amenazada por el deseo de sus hijos de ponerla a la venta, ansiosos por aprovechar el buen momento para las operaciones inmobiliarias que se supone viven. Con el dinero que saquen, dará para repartir entre ellos y, por supuesto, encontrar una nueva casa para su madre, donde ella quiera, la que más le guste, también con jardín, en un barrio mejor… Pero a Luisa le gusta su casa y su jardín, donde cada espacio, cada planta, tiene un valor para ella que excede lo material.
Los personajes de Paolo Simonetti viven este momento de distinta manera, unos más indiferentes, otros más ocupados en que se cumpla lo que ellos desean, repasando, cada cual a su modo, sus recuerdos de la casa, dejando pronto al descubierto el papel que cada uno representa en la familia y el que la madre tiene para todos ellos.
Así ocurre en la vida: pronto los espacios dejan de ser sólo metros cuadrados y cobran sentido gracias a lo vivido. Eso mismo nos pasa en La Buena Vida. Nueve meses después de la reapertura, la librería está tan cargada de buenos momentos que ya hace mucho que dejó de ser sólo el nuevo local. No hay más que mirarnos a los ojos.