¿Para qué sirve la literatura?
Antoine Compagnon – Acantilado
Leer es un acto solitario, silencioso, aunque los tiempos que corren se empeñen en desmentirlo. También escribir. A riesgo de ser tachado de romántico, persiste el ideal de lectura. También de escritura. Silencio, un lugar cómodo, una luz templada y gracil que discurre por la habitación como un agua clara. A pesar de la escena idílica, la Literatura está rodeada de competidores directos, cada vez más. Lo digo porque las novelas, en concreto, viven como un animal acosado en la era de la desidia, los bajos índices de lectura y las nuevas tecnologías.
Explica el autor de este breve libro que estar por la Literatura es como tener “una amante de 18 años”. Como símil no está nada mal. Las carreras de humanidades son la cantera de los escritores en ciernes, pero sabemos que no están pasando por un buen momento. Compagnon explica que no son rentables a corto plazo, y eso, al parecer, es uno de requisitos que las sociedades modernas piden a las disciplinas. El capitalismo exige a sus soldados rentabilidad, movilidad y sacrificio. Con sueldos bajos a ser posible. De poco importa que la novela siga siendo el mejor artefacto para configurar la experiencia humana. Además de que a lo largo de la Historia, haya tenido la delicadeza de liberar al individuo de su sometimiento a las autoridades, de la alienación y la opresión, y por si fuera poco, en la época de oscurantismo religioso, se ocupara de encender la luz en algunas conciencias, explica Compagne, en un repaso sobre las diferentes perspectivas que se ha tenido a lo largo de la historia de este género mutante. La novela es síntoma y remedio del malestar de la sociedad, a la vez que liberadora y manipuladora, explica. Decía T. S. Elliot que la Literatura ayuda a los hombres a saber más sobre el mundo y a vivir mejor. La primera afirmación me convence, la segunda me genera dudas. Con la Literatura, podemos recorrer “regiones de la experiencia humana” a las que otras disciplinas no llegan, porque es con el lenguaje, ese masa inaprensible de cemento armado, transferible, pero inabarcable como un océano ceniciento, con el que el escritor llega más al fondo que nadie. Este libro no es un manual, ni te enseña a decidir si ponerle gafas o bigote a tu personaje, o elegir entre que lance un cuchillo o dispare un arma de fuego con puntería. Pero recorre otros territorios de la Literatura que para un escritor son necesarios.
David García
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