La fiesta de la insignificancia
Milan Kundera – Tusquets
Hay muchos ensayos que podrían ser reducidos a apenas una hoja a doble cara. Su tesis acertada y en ocasiones brillante, pero siempre alargada inutilmente para alcanzar la longitud que permita su edición en el formato libro (es curioso que todos los que cantan su desaparición inminente pierden la razón por tener uno a su nombre, incluido el pobre Rubius).
Con la última novela de Kundera, pasa lo contrario. Está tan claro lo que quiere contar, que prescinde de muchos esquemas narrativos para entregarnos una novela a la que no le sobra ni un párrafo y que dice, lo que de verdad quería contarse. El problema del mensaje, receptor y emisor cerca de su resolución.
Milan Kundera, habla del humor con humor. Lo enfrenta con la época de nuestra historia donde ya parecía que no quedaría sitio para algo tan humano como el humor. El stalinismo, el nacismo, las grandes matanzas, la racionalidad de la barbarie, puesta en cuestión, como en Tiananmen hizo ese hombre solo delante del tanque, por el ser humano en toda su irracionalidad.
Una atmósfera de chiste de “cuatro amigos que van charlando por una calle y va y dice …” permite que confrontemos el concepto de mujer en nuestra época, donde la individualidad de gustos, atractivos y belleza ha dado paso a la estandarización de un mismo criterio estético que se va modificando paulatinamente para, buscando la perfección, acabar en las caras descompuestas de cien mil operaciones, los rostros sin arrugas pero sin expresión y los pechos amenazantes e inasibles.
La razón contra los dioses, nuestra imposible necesidad de creer en lo irracional que, en el fondo, nos salva de creer que la razón es la única guía.
Y como su compatriota Hrabal, el humor, el humor por encima de todo. El humor que permitió a tantos creadores judíos que emigraron a EEUU huyendo del horror, dejar atrás sus espantosos recuerdos creando cine, novela y espectáculos donde el humor es el contenido y continente de nuestra humanidad, lo que nos separa de los monstruos que nosotros mismos hemos creado, en los que nos hemos podido convertir.
Un sainete atrevido que seguro que deja a más de uno con la sensación con la que te quedas cuando te giras en la calle porque alguien silba… y no es por ti. Con esa sensación de que también los lectores formamos parte del teatrillo que ha creado el autor. Qué listo, qué bueno.
Me alegro de ver esta reseña, porque estoy viendo comentarios muy dispares con este libro. O gusta mucho o no gusta nada. Y como soy muy de Kundera, me agarro a las reseñas positivas para animarme a la lectura de este “teatrillo”.
Gracias y un saludo!