Calle de los ladrones

Calle de los ladrones
Mathias Énard – Mondadori

Con libros como este, la buena literatura demuestra que es el mejor medio de comunicación, el mejor atlas. El deseado libro de Historia con el que entender, con otros ojos, este mundo anclado en vacaciones bancarias y ruedas de prensa que no admiten preguntas.

Sabemos que la actualidad se cuenta en función de los consejos de administración y del grado de interés o reproche que suponga para esos grupos la aceptación o rechazo de lo que ocurre. La información, por lo tanto, vive en una esquizofrénica montaña rusa que le hace ser artículo gourmet, marca blanca o producto seleccionado, según sople el viento.

Movimientos como la primavera árabe y el 15-M han ocupado muchas portadas, han abierto muchos informativos y han crecido y se han expandido en las hogueras de Internet y las redes sociales. Aparentemente el núcleo duro del mundo, donde parece que suceden las cosas a tiempo “más” real.

Mathias Énard con Calle de los Ladrones, finalista del premio Goncourt en 2012, consigue llegar más lejos que los medios de comunicación, los manuales y los foros.

Lajdar, un marroquí que se escapa muy pronto de casa y ha de buscarse la vida en la calle, nos introduce en Tánger y Túnez antes del estallido, en los momentos previos a que la espita arda y la gente tome las plazas, harta de tanta pobreza, tanta opresión religiosa, tanta oleada terrorista.

Lajdar no se conforma con darnos su visión durante años del Estrecho, de España/Europa vista desde el otro lado. Da el salto. Desde Algeciras, Lajdar sube a Barcelona. Este tipo de proezas, ya lo sabemos, solo pueden hacerse por amor y por la negación a volver atrás, a un sitio al que el protagonista siente que ya no pertenece.

Desde allí, desde esa calle de los Ladrones donde vive en Barcelona, hasta la que nos lleva, Mathias Énard nos ofrece un reportaje profundo, contrastado entre una verdad que a ratos parece una enorme ficción, y la ficción, que pule esa verdad como un hallazgo, que funciona como lupa de aumento y nos hace reconocer (y afrontar) que la mayor parte de las veces somos extranjeros de nuestra propia tierra, de una realidad que no somos capaces  de percibir y de relacionar hasta que hace contacto.

Énard construye un libro-atlas, una historia dentro de la Historia. Una novela emotiva, desgarradora, bella, magistralmente escrita. Lucida y comprometida.

Leyéndola uno recuerda lo trazado por Ignacio Echevarría en su artículo de El Cultural del 1 de marzo, a partir de la publicación de Saliendo de la estación de Atocha, de Ben Lerner. En él, Echevarría hablaba sobre “la ineptitud de la mayoría de los escritores españoles como intelectuales y su resignada conformidad con la simple función decorativa que se les asigna, con tanto o mayor motivo en cuanto de sus escritos hace ya tiempo que ha desaparecido cualquier intento firme de comprender o de indagar, de explicar o de contestar la sociedad en la que viven”.

Mathias Énard: francés, buen conocedor del mundo árabe, habitante de Barcelona desde hace trece años, ha sabido informar, tomar partido y crear, a partir de una realidad no aislada, sino todo lo contrario, una novela profunda y poderosa, como la voz de Lajdar. Un ejemplo sobresaliente.

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