Intemperie
Jesús Carrasco – Seix Barral
Un niño ofuscado y huido de casa, un viejo cabrero con el equipo completo -perro, cabras, burro…- , un secarral de fondo, y poco más, han sido la levadura, la harina, y el agua que ha necesitado este escritor novel para cocer en el horno literario su ópera prima.
Hay quienes ya se han rendido a sus pies -no sabemos si por motu propio o con un empujoncito del mundo editorial- comparándolo con una suerte de escritor de pluma bicéfala, que por un lado escupe la amargura del viejo McCarthy y por otro el marco agreste del maestro Delibes.
Tanto bombo le han dado a Intemperie, que muchos nos hemos acercado a ella mirando por el retrovisor, por si fuera uno de esos bluff que se deshacen a penas el lector ha superado la frontera de las primeras páginas.
Pero no, nada de eso, Intemperie es una novela que se sostiene por sí sola, con un lirismo latente que no calla, una trama que acierta a cada paso, un trabajo con el lenguaje que se sale de lo habitual. Todo ello trenzado con una maquinaria rutilante de literatura, en la que escasean los diálogos, y la acción hace de motor por el que fluye una soterrada atmósfera de violencia creciente.
Intemperie no se desarrolla en ningún lugar concreto. El espacio en el que se mueven los personajes es un no lugar, una llanura de pozos secos y polvaredas. Pero se intuye esa España profunda, por cómo vaga la brutalidad y la inquina, la podredumbre del campo, el abuso de autoridad, a través de una mirada cruda y poética, negra, goyesca.
Jesús Carrasco ha escrito una primera novela donde el hecho literario tiene la importancia que se merece toda obra. Es un narrador al que le importa el cómo contarlo tanto o más que el qué contar. Hay una voluntad deliberada de poner en primer plano el estilo. Habrá que estar atento a la pluma de este escritor extremeño, pero esa es otra historia, ahora toca disfrutar de Intemperie.