Nada se opone a la noche
Delphine de Vigan – Anagrama
“Todo el que veía a Lucile por primera vez percibía a la vez su belleza y la marca indeleble de una caída. Lucile avanzaba sobre un cable, con gracia, algo provocadora, sin red”.
Un ser en la sombra. A pesar de las evidencias y las etapas. Niña modelo, lectora compulsiva, adolescente misteriosa, madre precoz, estudiante tardía, abuela entrañable. La estela de una mujer radical, libre, enferma. Que se dejó ir con un montón de incógnitas.
El suicidio y la ausencia posterior, llevó a Delphine de Vigan a hacer una investigación necesaria hasta dar con su madre, con la imagen real de Lucile, terrorífica e inmensa, dulce y agazapada. Restaurar de algún modo el cordón umbilical hasta lograr conocerla y llegar a ella de una vez por todas, aunque pareciera demasiado tarde. Sin buscar justicia ni explicaciones, sin apelar al ego y/o a que lo que estaba escribiendo le quedara bonito.
En Nada se opone a la noche, de Vigan demuestra que no pretende pintarse los ojos mientras llora. No hay trampas. Solo el camino inmenso de sus manos sobre las huellas dejadas por su madre. Todo un rescate en caída libre sobre el papel. Maravilloso.