El don de la siesta
Miguel Ángel Hernández
Anagrama, 2020

Desde que la colección Nuevos Cuadernos Anagrama echó a andar, han caído varios títulos en mis manos. De entre ellos, recuerdo Calais de Carrére; La nueva ilustración radical de Garcés, que envié a mi amigo Juan a Hamburgo; o La tiranía sin tiranos de Trueba, un guiño ensayístico a su mini colección Biblioteca de ideas insensatas.
A esta colección repleta de aciertos, se suma ahora Miguel Ángel Hernández con El don de la siesta, un ensayo de aristas autobiográficas que aborda ese deporte tan sano que es el de irse a dormir después de comer. Hernández, como gran esteta y hombre del Mediterráneo, defiende este inmenso placer tan arraigado en nuestra cultura, lo disecciona, lo capitaliza.
El autor de El dolor de los demás (Anagrama 2018) defiende, teóricamente pero también en la práctica, y sin sentimiento de culpa, la “siesta prohibida, perezosa, insensata, hedonista” como un bien necesario y de primer orden del Estado del bienestar.
En esta apología del descanso, uno puede encontrar en sus páginas a Byung-Chul Han, a Roger Federer o a Oblómov, entre muchos otros personajes, intelectuales, hombres de ideas y amantes del descanso. Entre otras cosas, Hernández explota la veta ensayística sin dejar de mirar la realidad. Mientras leía El don de la siesta, me acordaba de Paul Lafargue y de todas aquellas tardes en las que he vivido “el placer del instante, del momento en el que todo se frena”.
David G.