La muerte del comendador. Libro I

La muerte del comendador. Libro I

Haruki Murakami

Traducción del japonés de Fernando Cordobés y de Yoko Ogihara

Tusquets, 2018

Un pintor profesional de retratos es abandonado por su mujer y se refugia en un periodo de confusión personal en una casa en la montaña en la que vivió el padre de un amigo de estudios, un pintor fallecido que cambió la pintura de estilo moderno por la tradicional nipona al volver de vivir en la Austria nazi. Este es el paisaje de la primera entrega de la nueva trilogía de Murakami.

A un esquema narrativo y estético muy cerca de lo que podría ser un thriller de los protagonizados por Richard Gere, Murakami añade su tradicional habilidad para crear tramas llenas de misterio y puertas que va abriendo y cerrando a su gusto con el lector encandilado como en el truco para “hipnotizar” gallinas pintando una línea en el suelo con una tiza. Personajes sin problemas de dinero, en lugares aislados, sin relaciones  familiares que les mediaticen con profesiones llenas de glamour o misterio y con sexo fácil con mujeres simples y entregadas.

Intento resumir esta sensación de amor y odio hacia Murakami que hemos comprobado entre nuestros lectores. Hay lectores que aman algunas de sus novelas pero detestan otras y viceversa, como si no pudiera existir indiferencia. Y es que me parece que es un efecto muy real, dado que las tramas se mueven sobre líneas muy finas sin mucho adorno literario, de las que el lector funambulista puede caer antes de terminar el libro pero que, si uno llega al extremo del hilo, puede recordar como una electrizante tensión de cuyo frágil trayecto se ha disfrutado.

A veces cierra un capítulo haciendo un resumen de la trama que ha contado o repite aspectos de la narración de una misma manera, sin aportar nada nuevo, como si lo hubiera escrito para leer por entregas publicado en un periódico y quisiera estar seguro de que el lector no se pierda. Otras, anticipa qué va a ocurrir en la trama y a continuación lo narra. Cita marcas de coche, whisky, altavoces… como los ricos que hablan continuamente del precio de las cosas para recordarnos que vive a pie de calle.

Los aspectos menos realistas de la novela abren vías de reflexión y no se confunden con fantasmas ni apariciones sino con encarnaciones literarias del mundo de las ideas, que nos acompañan sin quererlo y se muestran y ocultan sin que podamos muchas veces controlar su presencia ni su evolución. Que el mundo es representación y las representaciones constituyen la realidad es todo un lema para una autor de ficción y no cabe duda de que Murakami sabe lo que hace.

Los protagonistas de esta primera entrega son dos hombres que «avanzan en la vida no solo con lo que tienen entre las manos o lo que pudieran tener en el futuro, también lo hacen con lo que ya han perdido» y este calado psicológico es lo que mantiene el interés.

A menos que te caigas a mitad de su lectura, vas a odiarle fundamentalmente por el cierre abrupto de la primera parte dejándote a dos velas, pero ¡ojalá todos los escritores consiguieran llevar al lector a un final en la página 476 impaciente por cuándo se publica la continuación!

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