
Max Porter – Rata Editorial
A pesar de abismarse a la tierra más fría y al mar más desconocido, Emily Dickinson seguía escuchando el canto de la Esperanza, esa cosa con alas. No le exigía pedazos de sí misma, sino que mantenía su melodía a pesar de las tormentas. Y en ese mismo lugar, constante, consolador y que se convierte en un punto de equilibrio cuando las rutinas se desmoronan, aparece el graznido del cuervo.
El duelo es esa cosa con alas es una novela escrita en forma de verso, como si el dolor fuera la materia de un poema épico de la intimidad, de los pequeños detalles que forman la vida y que dejan de funcionar cuando menos se espera. A partir de las intervenciones de tres voces (el padre, los hijos y el cuervo), va recorriendo todas contradicciones de la memoria, de la pena y la pérdida, enseñando a sus protagonistas a “mantener un equilibrio constante”, a “tener fe”, como un “aullido lastimero que dice sí que dice gracias que dice la vida sigue”.
El cuervo, que llega como una Mary Poppins para empujar, consolar y cuidar de una familia que ha perdido el centro de su órbita, es una sombra que sale de los versos de Ted Hughes (en quien está especializado el padre) y que, como el de Edgar Allan Poe, grazna sin descanso un “nunca más” capaz de horrorizar al principio pero que aporta el consuelo y la serenidad justos con el paso del tiempo. Como el plumaje revuelto del pájaro, padre e hijos ven cómo el tiempo y la tristeza les llenan de astillas abiertas hacia dentro.
El inglés es la lengua con mejores términos para hablar del dolor de la pérdida y esta cosa con alas arrastra a sumideros de melancolía con la seguridad de que no va a soltarnos en el momento de peligro, de que su lenguaje y su ritmo mantendrán la esperanza, aunque resulte amarga.
a la necesidad, al talento”.