En mi pradera
Frédéric Boyer – Sexto Piso
En Cartas a un joven poeta, Rilke explica la creación como una forma de entrar en uno mismo, de observar en soledad si el fundamento de la escritura extendía “sus raíces hasta el lugar más profundo de su corazón”. La verdadera razón poética no es más que una verdad íntima, un territorio por el que se emprende un viaje como si el poeta fuera John Wayne recorriendo, con calma pero sin descanso, Monumet Valley. Encontrarse con la palabra justa exige una calma feliz capaz de iluminar el espíritu, como la luz tenue que ilumina por las tardes los ventanales de La Buena Vida.
En mi pradera es un largo poema donde se contruye ese descanso para la vida y las palabras. Un infinito interior que sirve de refugio, de esperanza y anhelo a lo largo de la vida, que unas veces se puede tocar con la punta de los dedos y otras muchas no es más que una luz lejana. En esa llanura eterna cabe todo el universo, el cielo y las plantas que conforman la tranquilidad y la aspiración del poeta, el hogar en el que dormir cuando triunfa el hastío.
El largo poema de Boyer descubre un espacio de calma, de vitalidad para días oscuros y de alegría para los mejores momentos envuelto en una edición que transmite la calidez hasta en la textura del papel. Con un tono que viaja desde la duda a la exaltación, la pradera es un mundo en constante transformación, donde las nubes crean distintos climas anímicos. Pastores, vaqueros y pequeños animales habitan este mundo ideal, este western poético capaz de reconstruir las praderas de Rimbaud para llenar los pulmones de aire. Un poema vital agitado por el viento, una canción para el camino que crea un mar en calma capaz de refugiarnos ante las adversidades. Una letanía donde crecen las plantas y pastan días mejores.
Pilar Torres