
Samanta Schweblin – Random House
Existe una relación especial entre una madre y sus hijos que surge del temor. Como esa área en la que cada uno construimos la intimidad, el espacio propio que tanto aturde cuando nos invaden en el metro, la distancia de rescate son las medidas que protegen del peligro a los retoños. Este área varía según la capacidad hogareña del medio, el conocimiento del terreno o la hora del día, pero siempre tiene una misma característica: existe una frontera a partir de la cual empieza el temor por la desgracia.
Samanta Scheweblin nos sitúa en esta línea fronteriza donde la cuerda que une a madre e hija está empezando a deshacerse. En un lugar fantasmagórico, Amanda confiesa a una voz borrosa cómo ese miedo siempre latente de la maternidad va ganando terreno. Amanda y Nina, su hija, disfrutan de unas vacaciones en el campo, pero la vida rural no muestra todas sus cartas: hay gente misteriosa, una enfermedad que duerme entre campos de soja y rituales para salvar a los cuerpos de la muerte separando las almas.
Este relato de la última ganadora del Premio Ribera del Duero se lee suspendiendo la respiración, con la necesidad de seguir tensando la cuerda un poco más, aunque se destruya la seguridad familiar. Como sucede en Nocturno en Chile de Bolaño, la narradora nos sumerge en una oscura confesión donde el mal no muestra sus cartas, pero sí deja su aliento en cada página.
En La Buena Vida nos gusta mantener el misterio, rozar cada página con un escalofrío entre las ganas de saber y el miedo a lo que no se puede comprender. Distancia de rescate deja una mancha en los dedos, tiene olor a rocío tóxico y nos desvela una naturaleza asesina de la que no se puede escapar a pesar de mantener la respiración en cada pregunta de este fantasmal interrogatorio.
Pilar Torres
Desconocía tanto la obra como la autora, pero me ha convencido mucho tu reseña. Parece resultar uno de esos thrillers contenidos en los cuales sientes que en cualquier momento van a explotar, atrapándote y perdiéndote entre sus páginas como una victima más.
Me la apunto.