La mala puta. Réquiem por la literatura española

portada la mala putaLa mala puta. Réquiem por la literatura española
Miguel Damau y Román Piña Valls – Sloper

A pesar de lo que se cree, la indignación es una gran fuente de riqueza. Es estimulante y movilizadora. Activa procesos que parecían en letargo, como los democráticos. Si al principio puede ser corrosiva para los que la padecen, bien canalizada puede ser liberadora, con capacidad para reanimar o alumbrar proyectos nuevos e ilusionantes. Es el caso de La mala puta, escrita en dos partes bien diferenciadas, aunque complementarias.

Miguel Dalmau  es el encargado del primer bloque. El escritor barcelonés, experto biógrafo, se ha acercado a personajes como Oscar Wilde, los hermanos Goytisolo o a Jaime Gil de Biedma. El acercamiento al poeta catalán dio como fruto una película  dirigida por Sigfrid Monleón, El cónsul de Sodoma (2009) . En todo caso,  la indignación de Dalmau parte de las trabas que le impidieron publicar una biografía de más de 500 páginas sobre el escritor argentino Julio Cortázar. Ése es su punto de partida. A partir de ahí, entre la memoria y la denuncia -fruto de la indignación-, Dalmau hace un recorrido por el algoritmo venéreo de las últimas décadas de la literatura española. ‘La mala pécora’, así la llama en algún momento, está moribunda, denuncia el autor de La grieta (1997). Algunas de las razones, argumenta, son falta de ambición literaria de los escritores de este país, más preocupados por cuestiones pecuniarias que artísticas. En esta deriva, las mujeres de los escritores, si no culpables, al menos son cómplices, explica el autor. La verdad que el recorrido que propone Dalmau es completo. Editores, libreros, agentes, crítica -con un capítulo especial para Ignacio Echevarría- y demás componentes del entramado, son elementos de análisis, fruto de las experiencias que ha tenido a lo largo de su carrera. Dalmau no se corta, da nombres y denuncia plagios. Se tira a la página en blanco con el cuchillo entre los dientes, y brota la sangre -siempre literaria.

De la segunda parte se encarga Román Piña, editor de Sloper desde 2007, entre otras cosas. El autor de El general y la musa (2013)  hace un repaso del estado de las cosas -con la literatura como epicentro-. Además de destacar las fijaciones que los autores tienen con las RRSS (redes sociales) y sus incotinencias egóticas, Piña apunta a algunos autores de la generación Kronen y de la conocida generación Nocilla. Para ello, rastrea y rebusca, desmadeja la política editorial de los 90 en adelante y rescata algún que otro “juguete roto” que ha dejado la literatura española. En su exposición, el lector puede conocer el caso Agustín Fernández Mallo, el caso Gonz -Pablo González Cuesta-, en su exilio literario y agreste en latinoamérica. También esboza el caso Pinilla, que aunque no fuera de esas generaciones, da una idea de las dificultades por las que han pasado algunos autores.

Si Dalmau basa su relato en la experiencia personal, bajo el latido de su corazón brotando casi en la boca, el director de la revista literaria La  Bolsa de pipas añade un punto periodístico con aportaciones de escritores como Marta Sanz, Alberto Olmos, Llucia Ramis o Montero Glez, entre otros. Estas voces apuntalan algunas de las  ideas que defienden sus autores, como que la literatura española, además de moribunda,  está plagada de intereses, disputas, envidias y todo el corolario de afectos y desafectos que comprenden la condición humana. Este réquiem, misa funeraria fruto de la indignación, es entretenido, literario  e informativo, y puede servir, al menos, a aquellos que buscan versiones alternativas a la oficial.

David García

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