Ahora que la Conferencia Episcopal está haciendo equipo de sacerdotes cualificados -ha reconocido que no tiene suficientes- para hacer frente a una demanda desorbitante de exorcismos, La Biblia de neón (ed. Anagrama), de John Kennedy Toole, es el misal que todo cura cazafantasmas debería llevar a mano.
Con tanto deshaucio y tanta carestía incondicional, es normal que los maléficos se resistan a abandonar ciertos cuerpos y eviten sortear fronteras. Ver mundo. Volver a ser ángeles. Lo primero es sacar los estigmas. Desintegrarlos. No hace falta recurrir al latín ni a la contracción del cuerpo extraño. Basta con ver cómo John Kennedy Toole, casi como si rezara, escribió ese diario de David, un chico demasiado sensible y maduro para estar atrapado en un pueblo pequeño, que con cada observación consigue ofrecernos una visión de luciérnagas, aunque el fluorescente de cuanto vislumbra esté atestado de mosquitos y casi no emita luz.
Con un tono muy Tennesse Williams, Kennedy Toole sentó con esta novela las bases de La conjura de los necios, un Pulitzer de tomo y lomo, que se publicó primero, a pesar de haber sido escrita en segundo y último lugar. Su obra de dos títulos fue póstuma pero magnánima. Reveladora. Quizá el autor decidió que su vida debía de ser breve para que su escritura tuviera la oportunidad de elevarse. Quizá escribió sin plantearse nada de esto, pero logró hacerla volar, con su particular e irónica manera de narrar. Liberarnos de los malos espíritus y hacernos entrar en razón. Salir de esa rueda de hámster en la que vivimos. Qué demonios.
Nunca habíamos fichado -¿para qué con jornadas tan largas y siendo tan pocos?- pero se nos ha ocurrido que hasta el momento “corte de cinta” del nuevo local, nos vamos a estampar cada día un sello de la librería en la espalda.
Uno detrás de otro.
Después de tantear nuestra superficie, hemos llegado a la conclusión de que la espalda es el mejor sitio.
Cada estampado de tinta es como sentir el empujón de una segunda piel.
Un exotismo maorí como de calendario de adviento adelantado.
Hemos comprobado que la tinta es buena y tiene ambición de tattoo.
No peligra por tanto el churrete, como el de aquel protagonista de los Lunes al sol, que empezaba a desteñir en la oficina de empleo.
Libreros tintados de cupones hogar.
Puro racionamiento.
Mañana sábado 10 de agosto, a las 22 horas, en la sala 1 de la Filmoteca pisaremos el parqué con Margin Call (2011), la película de J.C. Chandor que relata las horas previas al desastre provocado por Lehman Brothers. La economía vista como lo que es, un juego recreativo en manos de gurús que de tanto amañar las apuestas y los datos, lo han convertido en un enfermo en estado crítico permanente.
Últimas horas para devolvernos el quinto saque. La Buena Vida: ¿librería más activa con área reservada? Pasen y voten.