El abrigo de Proust

El abrigo de Proust
Lorenza Foschini – Impedimenta

El abrigo es la cobertura, la piel del oso, la prenda que guarece y protege más allá del frío. Es un segundo esqueleto. La ampliación del batín. La defensa de uno mismo.

Valentí Puig en El hombre del abrigo, habló de Josep Pla también a partir de esta pieza. Le sirvió, como a Lorenza Foschini, para “desvestir” a un personaje, hacer un “recordable” con armario de fondo, como forma ensimismada de evaluar lo que Pla, en este caso Proust, significó para su entorno. Y recomponer su acceso a algo tan restringido como la inmortalidad.

El descubrimiento del abrigo, bien guardado “entre finas hojas de papel de seda, en una caja de cartón”, en el depósito del Museo Carnavalet de París, supone una expedición mágica y precisa al tiempo de Marcel Proust por parte de Jacques Guèrin, “nariz” de la fábrica de perfumes de Orsay creada por su madre y que se convertiría en un emporio. Esta atractiva tarjeta de presentación queda relegada a un segundo plano por culpa de su verdadero olfato, que le llevó a ser tesorero y coleccionista insaciable de mobiliario, manuscritos, obra y abrigo, por supuesto, del escritor.

Esa necesidad de acopio que siente Guèrin hacia los objetos de Proust puede ser confundida con fetichismo. En realidad lo que le mueve es el deseo de resucitarle, de hacerle pervivir en su atmósfera.

Con El abrigo de Proust Impedimenta ha vuelta a acertar. Su cuidada edición y la piel narrativa que guarda, nos harán volver al camino de Guermantes, a vislumbrar la villa de los Verdurin, a disfrutar de los encuentros con Gènet, Satie o Cocteau. A estar en ese tiempo que Marcel Proust dejó escrito para que no se perdiera y con el que Lorenza Foschini nos cubre para superar el invierno.

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