22/11/63
Stephen King – Plaza & Janés
En este país de las últimas cosas en que nos están obligando a vivir, el escritor es casi un triatleta que no solo ha de lidiar con el IVA, con el atractivo pérfido de lo electrónico, con el lugar que ocupa dentro de las editoriales, de sus colecciones y campañas promocionales. Ha de superar, no ya las expectativas, eso queda muy romántico para los tiempos que corren, sino el cartón de las cajas en stock que se comban y humedecen en los palés de los almacenes tras las tiradas de más y las ventas fallidas.
En un país donde la cultura empieza a derretirse como un polo hecho con polvos Tang, el escritor que no escribe para olvidar, tiene esa visión de hangar, desoladora, muy en cuenta, pero para no aburrirse y evitar que le salgan escaras mientras crea, ha de vérselas, además, con toda esa petardez que flota en el ambiente de hacer o no bestsellers, de jugar o no con la ficción, o incluso con ese deseo propio de los casting de terminar siendo piloto al menos de una serie de televisión.
En vez de centrarse en escribir un buen libro, da la sensación de que el escritor es una suerte de concursante en una indefinida edición de Operación Triunfo a la espera del tremendo comodín del público. Un hámster en la rueda. Floja.
Ahora que se van a poder hacer rebajas todo el año sin pedir permiso, ahora que la gente no tiene ni dinero ni ganas para comprar, ahora que se acercan las vacaciones de verano, Stephen King publica un libro gordo, de esos que están mal vistos porque no se pueden doblar y provocan esguinces de muñeca antes de la siesta.
Él, el supuesto rey del terror, cuya literatura el cine ha convertido, menos con El resplandor y Misery, en un autor de serie B sin serlo, ha escrito 22/11/63. Con dos narices. El reclamo es un viaje en el tiempo, a Dallas, para evitar el asesinato de JFK. En el fondo, es un prodigio, una obra inmensa, sorprendente. Pura orfebrería. Hecha para seres que le piden a la literatura algo más que a un sudoku.
Háganse con ella. No lo duden ni un momento si no quieren quedarse en estado vegetativo para siempre. Porque como no apostemos por la calidad, por el criterio, por la valentía de seguir creando sin condiciones, dentro de muy poco –vaticino-los comerciales de las distintas editoriales irán dejando las novedades en las tiendas de Coronel Tapiocca. Si no al tiempo.
Todos aquellos que piensan que la aventura (cultura) ha de ir por otro lado, tienen que leer 22/11/63 para evitar que los libros terminen compartiendo estantería con brújulas y cantimploras.
Gracias por su visita.