Desaprendizajes
J. M. Caballero Bonald – Seix Barral
Desaprender puede ser un verbo revolucionario, todo depende de quién lo conjugue. Si quien lo hace es un poeta que está a punto de cruzar el flamígero puente de los 90 años, no es un mero ejercicio de estilo, sino un actitud frente a la vida. J. M. Caballero Bonald (Jérez 1926) ha encontrado, de nuevo, en el asidero de las poesía, la manera de atrapar los trazos invisibles con los que se traza el mundo.
Con Entreguerras (2012), también publicado en Seix Barral, el premio Cervantes dijo que hasta ahí llegaba con el género, después de dejar aquellos casi 3.000 versículos sobre el papel. Pero con Desaprendizajes ha venido a desdecirse. El escritor no ha sabido -o no ha querido- poner en off la voz poética que durante los tres últimos años le ha venido dictando el último poemario. Con la acción de desaprender converitda en arte, Caballero Bonald ha vuelto a tensar el arco del lirismo.
Desaprendizajes está divido en tres partes. En él caben los 91 poemas en verso libre que buscan sellar, si no aminorar, el espacio que crece entre “lo insuficiente y lo absoluto”. Como cuando Proust escribía envuelto en la gasa del duermevela, Caballero Bonald extiende la luz de la palabra por las hendiduras del sueño, golpea con el lenguaje a la bestezuela de lo no dicho, saja las palabras para livar el “ingrediente alucinatorio” con la que la lengua de los clásicos está dotada.
Si en el último trabajo de Manuel Vilas, El Hundimiento, el poeta maño arremete contra la trituradora de ciudadanos en la que España se ha convertido, el poeta jerezano -otra estética y otra generación- pinza con acierto el mal de los mediocres, los sumisos y condescendientes con la corrupción y con el poder.
J. M. Caballero Bonald mira la mar y no el mar. Ajusta la broca de los silencios. Le canta a Góngora y a Velázquez. Y, entre tanto, demuestra que un cuadrúpedo en la playa puede convertirse en un poema de una belleza extraordinaria en Potencia de un caballo:
Paciente y desinteresado, carece de jinete porque nadie sería capaz de guiarlo por los rutilantes espacios circunvecinos. Su impasible soledad ocupa el ángulo del paisaje donde la luz se obstina en ser perpetua. Parece verosímil suponer que dispone de albergue y de alimento y que de pronto muestra una sutil concomitancia con algún fragmentado consorcio de centauros […] (95)
Desaprendizajes bascula entre la la crítica a la cultura entendida como un mero bien de consumo capitalista y la libertad de acción. La poesía es la mejor manera de atravesar una realidad agotada en boca de papanatas y artificieros de lo insulso. Para el poeta jerezano la poesía es un vehículo que no necesita carreteras por las que transitar, porque ésta abre caminos en mapas todavía no trazados.