La Universidad Blanca

universidadblancaLa Universidad Blanca – Ismael Belda – Ediciones La Palma
El autómata es uno de los personajes de este libro, también Laura y Rosamunda. Esto empieza a sonar a fábula, a relato. Pero si además entra Drácula en escena, “más conocido en vida como Vlad Tepes”: chasquidos de terror y sangre en los colmillos, vísceras. Un pájaro mecánico lo advierte en la tapa. Parece absorto y viste una ingeniera  frágil y precisa. Convive en la dulzura aséptica de la mecánica, bajo la sinrazón argumentada de las máquinas.
El autómota tiene la desdicha de vivir bajo la piel sintética, en un mundo lírico y árido. La narración shokea al lector, provoca extrañamiento e inquietud al no saber a qué se está enfrentado exactamente. ¿Poema, relato, todo y nada a la vez? No importa.  A ello contribuye el marco en el que están atrapados los personajes. Hay una fiebre no dicha, pero latente, en esta California desmembrada y última de la que se sirve el autor para desarrollar el poema. Belda crea un ambiente burtoniano, entre el delirio, la belleza y la ciencia ficción. En la segunda parte la métrica se apodera del poema. La voz pasa del rapeo al pizzicatto, y la cultura elitista y popular entra en acción. Bolaño, Debussy, Nabokov, la amada Guada y el propio Ismael, entre muchos otros, braman con su presencia. ¿Dónde estoy? Me vuelvo a preguntar.  Y el poema responde: “Al Oeste de todo, en un profundo valle, vi la Universidasd Blanca.” Acaba este poemario singular, si no inquietante y oscuro, con una tercera parte titulada Canciones de Vesperal:
La última pavesa gira
en el aire como un murciélago
que al fin se aleja de la pira
del vivir, rumbo al archipiélago

 

que está en el fondo de la tarde,
de la profunda primavera,
que florece en sí misma y arde
sobre la isla que está fuera

de este mar del atardecer
donde algo empieza a suceder.(88)

He leído que el autor nació en Valencia (1977) y estudió Filología en Madrid. Vesperal es el título de la novela en la que lleva 10 años trabajando. A mí ese dato me dice mucho del autor. Ante el excesivo  escaparatismo en el que se ven envueltos los escritores en la actualidad, uno, después de leer La Universidad Blanca, imagina a un Belda a lo J. D. Salinger: escurridizo, ajeno al espectáculo, tiernamente huraño.

David García

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