Léon y Louise, de Alex Capus (ed. Salamandra), es una historia inmensa. Delicada. Asombrosa. Tan espontánea y firme, tan libre y entregada, que provoca admiración, deleite. Envidia. Una sensación de plenitud enorme, porque al vivirla, uno siente la grandeza del amor como un pedaleo constante y confiado, que transforma el esfuerzo en algo tan sencillo y sutil como brisa. Su avance más allá del aire. No se puede contar. Hay que leerla.
A oscuras.
En el local de Vergara.
La única luz que entra es la de las farolas.
Nos sentimos como los protagonistas de los Goonies.
En pocos minutos vemos.
Se adaptan las pupilas.
De repente, empiezan a sonar grillos.
En el centro de Madrid.
Grillos.
Como si estuviéramos en un bosque.
En realidad lo estamos.
Su canto es una premonición, otra más, de buena vida.
Mañana martes, 16 de julio, a las 22.30 en la sala de verano de la Filmoteca, Habemus Papam (2011). La fumata avanzada por Nanni Moretti sobre la fe y la duda, los principales deportes vaticanos.