Jose no se fija en la masa, ni en las matrículas. No recolecta colores o modelos repetidos. Inventa una historia para cada uno de los coches que se han vuelto habituales en esa carretera que lleva a la playa y que acorta Cádiz.
Con Peaje (Tropo ed.), Julio de la Rosa, compositor y autor de bandas sonoras tan reconocibles como la de Primos, de Daniel Sánchez Arévalo (2011), se lanza también a la novela con esta road movie estática, en la que Jose hace de guionista, script, realizador y, en mínimas ocasiones, logra incluso algún cameo, porque hay una guapa con la que se niega a tener una relación de “seis cuarenta, por favor. Seis cuarenta. Gracias”, la frase que emplea con el resto del mundo.
Jose solo sale de su cabina para ir al baño y comer de tupperware en el césped lo que, casi a diario, ha preparado Sonia, su encargada. Pero ya sabemos que el plástico, por mucho que conserve ciertas propiedades, no es una opción de conquista. Y menos para él, que prefiere estar pendiente de su comunidad rodante y de la ficción que se monta en torno a sus vidas, para no pensar en la suya. La de un hombre panelado en cristal, con interfono, en mitad de un lugar donde no tiene ningún sentido ceder el paso.
Habrá que pintar. Decidir el color. Si mantenemos los mismos o buscamos otros “más sufridos”. Es una expresión genial. Como si la contención dependiera de un pantone.
Basta con mirar los desconchones de las paredes de La Buena Vida de Vergara.
Cuando el local se quede totalmente vacío, haremos un recuento de todos ellos. En un rastreo rápido, la mayoría de estas penínsulas -que a los decoradores de interiores les resultan una clara muestra de dejadez-, a nosotros nos parecen mirillas, escondites, bocadillos, incluso ceniceros, que se han quedado en blanco, como síntesis de muchas conversaciones reveladoras, melancólicas, confidenciales e, incluso, interrumpidas sin querer. Los desconchones son la captura de un momento. De muchísimos. Nubes de una atmósfera que se ha negado a evaporarse.
Puede que cuando el local se quede vacío, empiecen a sonar todas esas palabras, que se han cruzado durante todo este tiempo con humo de tabaco y notas de estribillos inconexos, con el tarareo de algunas canciones, con números de teléfono chivados al azar, fuera de cobertura, y surjan imágenes. Y todo ello, ojalá, se venga con nosotros para emplastecer las paredes del nuevo espacio. Antes de dar la primer capa de pintura.
Antes de decidir el color.
Mañana sábado 13 de julio, a las 22.30 horas en la sala de verano de la Filmoteca, puedes optar por adentrarte En un mundo mejor. La cinta de Susanne Bier que fue nominada al Óscar 2011 como mejor película extranjera, es un relato que todo padre debería enseñar a su hijo para que se impregnara de humanidad, compromiso, generosidad. Y perdiera el miedo. Porque vivir con miedo no sirve de nada.
Os adelantamos que mañana haremos resumen de los comentarios que nos habéis hecho llegar desde el lunes sobre cómo participar en la difusión de la obra de autores noveles o aún no reconocidos desde una librería.