Por primera vez en español, una recopilación de Los poemas perdidos, de Dorothy Parker (ed. Nórdica). Un doble descubrimiento gracias a la introducción de Stuart Y. Silverstein, que nos ofrece una visión apasionante y mortal de esta Piaf de la escritura que inventó otra clase de periodismo, el de la artillería rasposa y desapegada, centrada en la crónica radiológica, capaz de combinar tacón y aceituna con regusto a gin fish. El glamour del estado de sitio permanente.
Este volumen ha envasado al vacío toda esa estela implacable made in Parker, para que al leerlo, salte sobre nosotros y nos arranque una sonrisa maliciosa, de KO técnico, al comprobar que sus poemas son puñetazos lanzados sobre los pómulos, como si fueran simples correctores de ojeras.
En la feria del Libro las bolsas de papel no se nos terminaron.
A nosotros no. Y eso que hicimos todo lo posible, porque aparecía la dirección de Vergara y ya sabíamos que nos cambiábamos.
Pero ahora, en pleno traslado, los hombros se nos suben solos como diciendo “¡¿qué más dará la dirección?!”. En el DNI -por poner un primer ejemplo-, uno no deja de existir si no aparece actualizado el domicilio. Y -por poner un segundo ejemplo-, hay todo un universo de coleccionistas de tarjetas de restaurantes que, cuando llega la hora de reservar mesa, se mete en google para buscar el teléfono. Así que rotundamente no a lo de la dirección.
Puestos a ser serios, si hay algo determinante para conservar la identidad, es el valor de la imagen con la que pretendes contar quién eres.
Obviamos el alto porcentaje de suicidios provocados a lo largo de la historia por las fotos tamaño carnet, porque nos parece que quedarnos en ese análisis es tan nulo como intentar ver con perspectiva la calle Segovia desde el viaducto.
Así que nosotros a lo nuestro. Análisis bursátil. Por un lado, el logo de La Buena Vida con los libros de colores y, por el otro, la enseña de la editorial Salamandra, que trepa por su pared. Libre de insectos. Es entonces cuando tomamos conciencia de que no son bolsas: ¡son terrarios con asas! para que los marcapáginas puedan sacar la cabeza y añadir argumentos a los libros recién comprados. Para que la salamandra pueda tomar el sol.
Nos alivia saber que aún nos quedan unas cuantas. Que podremos dar en el local nuevo como un remedio para retrasar el otoño.
Mañana jueves 11 de julio, a las 19:50 horas, Los ilusos, de Jonás Trueba (2013), gravitará en la en la sala 1 de la Filmoteca, junto a sus retazos fílmicos recogidos en Miniaturas. Un viaje espacial que no te deberías perder.
Debate con nosotros. Recuerda que tienes hasta el sábado para decirnos qué puede hacer una librería para promocionar el trabajo de escritores contemporáneos aún no reconocidos.