Hail Satan!

Hail Satan!
Simon Hanselmann – Fulgencio Pimentel
Hace unos meses Fulgencio Pimentel editaba la temporada completa de Megg y Mogg, un libro que reunía los anteriores Hechizo total y Bahía de San Búho. Ese libro de tapas duras desde el que Megg miraba entre asustada y desafiante estuvo hipnotizándome varios días, hasta que una tarde en la que no había ni rayos ni centellas lo devoré sin poder parar de reírme y verme identificada con sus momentos más oscuros.
Las historias de Megg, Mogg y Búho son los cuentos que las generaciones futuras escucharán sobre cómo era la juventud en los poco locos años 10. Los tres comparten una casa cochambrosa, llena de cajas de pizza vacías y en la que luchar por sobrevivir al sobrebeber.

Búho tiene problemas con el alcohol y no recuerda la mitad de sus noches, aunque está reconduciendo su vida con un trabajo al que debe ir con corbata. Megg es una bruja deprimida que, más veces de las que aceptaría, ve el vacío en toda su negrura. Mogg es un gato enamorado de Megg, adicto a las series y a la droga que, cuando se coloca, se dedica a hacer sandwiches con todo lo que pilla. A este trío, de vez en cuando, les visita Werewolf Jones, un lobo pasado de rosca que no hace más que meterles en problemas.

Si bien en Megg y Mogg todas las historias son breves episodios dibujados en muy diferentes estilos, en Hail Satan! Hanselmann retrata una noche de cumpleaños de Búho en la que absolutamente nada consigue alcanzar tintes adultos. Con una línea depurada, Hail Satan! se ríe de las cenas elegantes, retrata vómitos y conversaciones transcendentales de borrachera y roza a la vez la humillación y la ternura.

Estos personajes, que parecen haber salido de un “Érase una vez” para entrar en la pesadilla del vacío existencial, viven historias escatológicas, crueles, pasadas de todo tipo de sustancias, se ríen del sexo, las relaciones y el fracaso. Unos relatos en los que la fantasía se tiñe de realidades reconocibles, donde la sonrisa sardónica crece con la crueldad, hasta que una torta dolorosa despierta a la ternura más desolada.

Pilar Torres

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