Hay gente que se pone a ordenar armarios o le da por correr. Por no comer o dejar de dormir. Con tal de matar la ansiedad que genera el tiempo. Con tal de ausentar la muerte: ese repetidor de señales que siguen patinando en círculos, como un drenaje que se carga los bordes y convierte la vida del que se queda en una pista de aterrizaje forzoso.
A Francisco Goldman le tocó una muerte de talla grande, imprevista, en el cuerpo joven y enérgico de Aura, su mujer, en una playa de Oaxaca. Tras el accidente, optó por refugiarse en lo que mejor hacía: escribir. De ese control aéreo salió Di su nombre (ed. Sexto Piso), un libro sobre Aura, su efímera pero sólida mitad, su historia de amor y literatura junto a ella, con sus extravagancias, sus proyectos en común, sus momentos de intimidad y recelo a prueba de intrusos.
Un recorrido de admiración y miedo. De pasión y sexo. Ilusionante y frustrado. De insomnio y digestión. El fuselaje del cinturón quitado adrede para sentir la inercia de chocar contra el vacío y aprovechar el aturdimiento tras el golpe para poder flotar. Seguir. Abrir parte de esa pista, aunque los vuelos tuvieran que seguir siendo restringidos por un tiempo. Impresionante.
Para que evitar que las lágrimas empañen la pantalla, nada mejor que utilizar este papel secante:
Mañana miércoles 7 de agosto, a las 20 horas, se exhibirá en la sala 1 de la Filmoteca Lo mejor de mí (2007), la cinta con la que Roser Aguilar se estrenó como directora y con la que intentó hacer valer el esfuerzo cotidiano de la vida en pareja. Un ejercicio singular y maduro, gracias a la destreza de la actriz Marian Alvárez.
¿La Buena Vida debería no ir tan por libre y empezar a plantearse opciones asociadas, como la de tener una trastienda, una especie de cámara ka, que aloje a un grupo de lectores comprometidos con muchas causas, vinculadas a la librería y más allá? Decidnos qué os parece nuestra nueva pregunta.