Daniel Ruiz García: “La empresa no necesita héroes, necesita esclavos”

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Cuenta Daniel Ruiz García (Sevilla, 1976) que hasta hace poco no tenía más de cuarenta lectores, a los que quería mucho, pero las cuentas no le salían. «Llegó un momento en que el hecho de publicar me aportaba más insatisfacciones que alegrías. Hoy se lee menos que nunca y la figura del escritor está muy devaluada», explica este profesional de la comunicación política que, a base de madrugar de lunes a viernes, de 5:30 a 8, ha parido ya casi una decena de novelas. Acaba de publicar La gran ola (Tusquets, 2016), la segunda en el sello Tusquets Editores, una sátira coral sobre el mundo de la empresa.

P-En Todo está bien (Tusquets, 2015), tu anterior novela, había algún que otro personaje heroico. En La gran ola no hay espacio para ellos.

R- En la novela no hay ningún héroe porque en una empresa no hay nadie heroico. Llama la atención que el personaje que más simpatía produzca sea el más salvaje y ácrata, el que sueña con volarlo todo por los aires. Nunca me planteé introducir un personaje  de perfil épico en esta novela porque creo que en el mundo de la empresa las heroicidades no existen, y si existen están penadas con la invisibilidad y la desaparición. La empresa no necesita héroes, necesita esclavos.

P-¿Qué es la gran ola? ¿Qué significado tiene en el texto?

R-Lo que significa para los personajes de la novela es no perder la oportunidad de seguir avanzando a favor de la corriente, aunque esta sea pútrida y esté infectada de mierda. Da igual estar manchado de barro. Es una moraleja bastante cínica, pero define bien lo que pretende ser el tono de la novela: el de la supervivencia y la competencia de arribistas que pretenden medrar a cualquier precio.

P-En tu anterior novela tocaste el mundo de la política y ahora te has atrevido con el de la empresa, ¿qué es lo que te empujó a escribir sobre ello?

R-Normalmente la espita que me empuja a abordar una nueva novela siempre tiene que ver con un elemento de la realidad que me produce extrañeza, rechazo o repulsa. Ese resorte está en todas mis novelas. Es una reacción. En los últimos tiempos me ha interesado todo lo que tiene que ver con la crisis y sus consecuencias, como la devaluación de las condiciones de vida, el empobrecimiento, la pérdida de derechos y, en el caso de La gran ola, la depredación de las formas de gestión empresarial asociadas a esta situación de crisis.

P-¿Y el coaching?

R-En efecto, La gran ola, además,  viene motivada por el fenómeno del coaching, que se está convirtiendo en un legitimador de prácticas poscapitalistas absolutamente aberrantes. Lo que he pretendido mostrar en la novela es la realidad de un mundo empresarial, el actual, dominado por unas dinámicas de sálvese quien pueda y perro como perro.

P- La visión que das de los profesionales del coach es muy dura.

R-Estamos viviendo un momento de oscuridad que nos está devolviendo al medioevo, al pensamiento de la brujería y de los chamanes. Esto tiene una traslación al coaching. Yo creo que hay muchos coach que  no dejan de ser unos gurús que defienden teorías peregrinas y difícilmente defendibles desde un postulado racional y científico. Hay discursos en los que conviven frases de Steve Jobs y de Nelson Mandela con otras un de Woody Allen, de Gandhi o de Michael Jordan. Es una especie de gazpacho difícilmente digerible. Lo que ocurre es que lo envuelven en un pack buen rollista que provoca una gran confusión. La mayor parte de los coach que me he encontrado son cómicos que hacen monólogos. Aunque con el lenguaje de las corbatas,  orientado al pensamiento mágico.

P-También le zurras a los TED.

R-El TED es de implantación norteamericana. Surgió al calor de Silicon Valley y del brillo asociado a la productividad. He tenido la oportunidad de presenciar más de uno y me parece una fabulosa pantomima con una carcasa que representa muy bien este espíritu del neocoaching. Es todo pura imagen. Al final, lo que vemos es un escenario barroco  muy sofisticado, pero a poco que rasques es bastante lamentable. Obviamente hay profesionales que han hecho cosas interesantes. Yo he visto desfilar por los TED a personas con un discurso absolutamente mediocre, basados en  mantras como: el hazlo tú mismo, el huir de la zona de confort y alejarte de las personas tóxicas. O los típicos discursos de creatividad,  motivación y  liderazgo. Al final, sus discursos  no esconden más que vacío. El TED me parece una experiencia extraordinaria como visualización de ese espíritu del coaching que demuestra la implantación que está teniendo toda esta espiritualidad de corbata en el mundo moderno.

P-Hablando de mantras, en La gran ola hay dos que marcan el ritmo de la narración.  El primero dice: «La suerte es una puta escurridiza. Y cuando se te cruza tienes que follártela».

R-El primer motivo es bastante zafio. Está además en boca de un personaje que encarna los males del capitalismo asociado a la industria del ladrillo mal entendido: dinero fácil, pegar el pelotazo, llenarte los bolsillos y de todo ese paisaje que tanto proliferó en los años del boom del ladrillo en España.

P-Además el tono en general de la novela está plagado de machismo.

R-Sí, porque la novela aborda también el machismo en el mundo de la empresa. Hay muchos tics machistas. De hecho, las figuras femeninas que salen son discriminadas o tratadas con bastante desprecio. En esta época de capitalismo salvaje muchas veces la figura de la mujer solo triunfa cuando tiene comportamientos masculinos.

P-El otro mantra incide en la intromisión del coach en la vida personal de uno de los personajes.

R-Sí. El segundo mantra es muy recurrente en los coach. Siempre están preguntándote por la satisfacción personal. Al final lo que hay es una inquisición en tu productividad y tu capacidad. Al personaje al que preguntan por cómo se siente en la vida, no está satisfecho ni en lo laboral ni en lo personal, porque la empresa le está exigiendo constantemente mejores resultados y mayor productividad. Con lo cual, la misma empresa que le pregunta si está satisfecho con su vida, lo obliga a la depredación en su entorno. Eso hace infeliz al personaje.

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Desde que debutó con Chatarra (Calambur, 1998), Daniel Ruiz García ha practicado una literatura de doble filo. Por un lado, las tramas consiguen que el lector se enganche en el primer capítulo. Late el pulso del escritor influido por los autores de género, que tanto le gustaban a su padre y a su hermano, también escritor. Y por otro, el ramalazo poético destaca como una veta de mineral precioso que brilla en medio de los párrafos. En lo temático el autor aborda la literatura desde un punto de vista social. Pero su forma viene cargada de un fuerte tono lírico que explota con escenas de gran plasticidad.  Nelson Algren, Hubert Selby Jr., pasando por Federico García Lorca y la huella de que ha dejado la tradición literaria española, son algunas de las referencias de cabecera de Ruiz García.

P- En la novela hay una tensión constante entre la voluntad de estilo y la de concreción.

R- Antes era más amigo del recreo y de la adiposidad. No consideraba elementos como la eficacia, que ahora sí están muy presentes en mi novela. Eso lo veo claro en escritores norteamericanos, por ejemplo del género negro, que van a donde quieren ir. Siempre he hecho mucho trabajo de poda. Y he tirado muchas cosas al cubo de la basura. Ahora ese ejercicio de poda consiste en frenarme a mí mismo, a través de un fiscal interno que tengo, que me dice por dónde tengo que tirar y si lo que escribo va a aportar algo a la historia. Me gusta concebir la novela con un componente de musculatura importante. Me gusta que cada capítulo sea una estructura cerrada. Evitar todo lo prescindible. La novela perfecta es la que integra a la perfección fondo y  forma.

P-Entonces, entre Carver y Valle-Inclán, ¿con quién te quedas?

R-Me gustan los cuentos de Carver, pero la literatura de Valle-Inclán tiene una potencia expresiva que raramente puede alcanzar un norteamericano. Hoy hay autores españoles que escriben como americanos y tengo la sensación de que están incurriendo en un ejercicio de pobreza importante. Al final sus textos parecen traducciones de textos americanos. Yo creo que se puede hacer literatura sobria sin renunciar a las bondades de la lengua castellana.

P-La violencia es algo que no cesa. El tono me recuerda a anteriores novelas tuyas como Perrera (Norma, 2009) o  incluso a Todo está bien.

R-Vivimos tiempos muy violentos. Y muy competitivos. Esta novela es una reflexión y una proyección de las manifestaciones de la violencia en distintos ámbitos de la vida. En el ámbito doméstico, en el escolar y en el deportivo. Las formas de expresión actuales están dominadas por un sistema que nos aboca cada vez más a la depredación. Como señalé antes, es la dinámica del perro come perro.

@cercodavid

 

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